Artículo de opinión Por: Lorena Ballesteros
Han transcurrido 10 días desde el atentado que sufrió el expresidente y candidato Donald Trump. Su médico tratante aseguró que la bala estuvo a 6 milímetros de entrar en su cabeza y posiblemente matarlo. Sin embargo, la bala no entró y Trump no murió. Pero, sin duda, tal como dice el dicho: “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Una consigna de la que los asesores del candidato supieron sacarle provecho. Incluso porque la narrativa se vendió sola. Inmediatamente después del atentado las plegarias de sus seguidores saturaron las redes sociales. Además de que resulta imposible no conmocionarse ante la violencia y condenar lo ocurrido. No importa el bando, no hay que alegrarse con la desgracia ajena.
Lo cierto es que lo ocurrido sirvió para elevar a Trump a una figura de mártir. Sus más fieles devotos están convencidos de que hubo una intervención divina. Trump está predestinado a salvarlos de una conspiración maligna contra Estados Unidos. Y como hace falta señalar a un representante del mal, quién mejor que Joe Biden, la persona que no escatimó en llamar “fascista” a Trump en público y privado pero, quien, además, hasta hace dos días, representaba un riesgo mínimo para la candidatura de Trump.
Después del debate electoral del 27 de junio, las facultades de Biden para ser presidente quedaron en evidencia. A sus 81 años se muestra casi senil, con dificultad para recordar nombres e hilar oraciones coherentes. Por su parte, Trump, con solo tres años menos, se proyecta como un hombre vigoroso y elocuente. Por eso, no fue de extrañarse cuando su foto con sangre en el rostro y el puño elevado conmocionara a propios y extraños. Trump llama a luchar, Biden apenas puede llamar por el nombre a su vicepresidenta.
El fortalecimiento de Trump, frente a la obstinación de Biden de seguir en la contienda electoral no podía ser mejor augurio para los republicanos. Incluso, cuando decenas de líderes de opinión presionaron para que Biden se retirase, Trump hacía público su afán de que Biden siguiera en la carrera por la reelección.
Posiblemente el que Trump fuera el único en persuadir a Biden a seguir, sumado a los resultados de las últimas encuestas demócratas, consiguieron que finalmente Biden diera un paso al costado. Hay viento fresco, por el momento, para los demócratas, quienes tras el espaldarazo de Biden a Kamala Harris han arrancado en una carrera contra el tiempo para empujar su nominación final.
Pero Trump no está contento. Sin duda, era más sencillo atacar al “viejo senil” que arremeter contra la mujer negra que representa los ideales de un porcentaje muy alto de la población estadounidense. Debe cuidar su boca para no ser tachado de machista, misógino, racista, etc. Sin contar con que la exfiscal podrá ponerlo contra las cuerdas por todos sus cargos penales. Veremos si aguanta su redoblaba fortaleza.