Por: Kléber Mantilla Cisneros
La lánguida Revolución Ciudadana, como un vampiro sediento, desaparece cuando sale el sol. Tal vez, llega a su fin el terror de un psicópata de masas. Falta de empatía, incapacidad para aceptar un proceso electoral lícito y acusador insípido sin pruebas, un drácula demostrando comportamientos paranoicos antisociales. Rafael Correa es un prófugo de la justicia que trascendió rápido a las bandas delictivas por su cinismo incoherente, su egoísmo incontenible y su falta de remordimiento al ultrajar adversarios. Esa impulsividad siniestra y prepotencia amoral, narrada por sus propios seguidores en los audios de Augusto Verduga, fijan el aniquilamiento de una secta maligna de la política: túmulo del correato.
La tercera derrota electoral consecutiva y comienza el guion de vampiresas suspendidas o indagadas por cometer violencia de género o por recaer en sobreprecios y diezmos. A Priscila Schettini y Angélica Porras les suspenden sus derechos políticos y tendrán que pagar multa. A Paola Pabón, prefecta de Pichincha, le piden un crucifijo y rendición de cuentas por pautar en un video publicitario de una cubana expulsada del país. A Viviana Veloz, presidenta de la Asamblea, también, por comprar decenas de laptops sobrevaloradas, a última hora, casi al cierre de una administración nefasta, mediocre; a ella, la abuchearon con desmadre en las marchas de los trabajadores.
El clímax: la asambleísta, Ana María Raffo, denuncia a su colega de secta, Ana Belén Yela Duarte, hija de la prófuga, María de los Ángeles Duarte. Esto, porque en los chats de Verduga, hablan de sobornos a sus asesores. Luego, el rechazo racista de Correa y Duarte a Leonidas Iza, el indígena. Es que en la insistente narrativa del titiritero de muñecas vudú, ávido de votos y sangre fresca, y una Rana René quemada, más de medio país lo asocia con el narcotráfico y la corrupción. Una leyenda de triste recuerdo, de embusteros, dragones, caos, tintas mágicas y hombres lobo en luna llena, donde falta la captura de la hija y el yerno de Conto Patiño, en Panamá, protagonistas del terrorífico caso Sinohydro y de una red macabra de cobros ilegales de montepío vigente en el IESS.
Con un collar de ajos puesto al cuello, Pabel Muñoz, alcalde de Quito, pretende salvarse de las miles de firmas que piden su salida y siguen sumando como segundero de reloj suizo. El escandaloso, Ricardo Patiño, el de la narcovalija y los pativideos, busca ahora la comisión parlamentaria de economía y no es chiste negro. Un sórdido aullido ensordecedor tiene eco en la celda de Jorge Glas porque el relato del fraude electoral ya fue desmentido. Y, a la cárcel de la Roca, cual castillo de Transilvania, siguen llegando ratas, carretas, duendes y demonios. El mal perdedor es el que se queda solo.