Ucrania es el centro de tensión entre Rusia y Occidente

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email

El 2022 comenzó con una nueva escalada de tensión en torno a los deseos de Ucrania de ingresar a la OTAN, la alianza de defensa atlántica liderada por Estados Unidos a la que pertenecen buena parte de los países europeos y que Rusia ve como una amenaza a su seguridad y una clara intromisión en su zona de influencia.

El nerviosismo en la frontera entre Ucrania y Rusia aumenta con el movimiento de 100 000 soldados rusos y las alertas de Occidente sobre una posible invasión a territorio ucraniano. Ucrania (de más de 44 millones de habitantes) ya sufrió la invasión y anexión de la península de Crimea y el mundo fue testigo del apoyo financiero y militar que Rusia ofreció a los grupos armados separatistas que controlan dos provincias del este de Ucrania (región de Donbás), en una serie de eventos que se desataron en 2014 y que causaron 14 000 muertos, miles de heridos y el desplazamiento forzoso de cerca de 1,5 millones de personas.

La intervención de Rusia en las movilizaciones de Ucrania (2014), Bielorrusia (2020) y ahora Kazajistán (2022) demuestra cómo ha aprovechado el líder ruso, Vladimir Putin, las últimas crisis políticas regionales para consolidar su poder. El mandatario quiere terminar con el prejuicio de que Rusia perdió la Guerra Fría, y desde entonces está condenada a ser un segundón en la escena internacional, muy por detrás de Estados Unidos, China y la Unión Europea. La gestión de las revueltas de Kazajistán, por ejemplo, pone de relieve la voluntad de Putin de recuperar el papel hegemónico que tuvo en la era soviética.

La situación ha provocado un intercambio de acusaciones entre Rusia, Ucrania, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea; a esta última varios sectores de la comunidad internacional la han criticado por su falta de firmeza y presencia en la crisis y por supuestamente ceder terreno a Moscú y Washington.

Este pulso genera nerviosismo. En suma, un ajedrez en el cual esperamos que la diplomacia cumpla con su delicada misión, pues el mundo no quiere una guerra, y menos cuando arrecia una pandemia que nos acostumbró a aplazar su fin.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email