Violencia y Delito

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Por ignorancia y comodidad, en las sociedades cultural y políticamente endebles se tiende a reducir las consideraciones sobre, y el análisis de, la violencia en términos de sus manifestaciones y no de sus orígenes. Llega al apogeo de lo absurdo cuando sectores intelectualmente ineptos, abogan por la tenencia de armas de fuego como medio de disuasión de los delincuentes.

En ascendente social, “violencia” es el uso o amenaza de uso de la fuerza física o psicológica, con intención de causar un daño (Mayra Buvinic, BID). Son las expansiones físicas identificadas con los delitos contra la vida (homicidios) y la propiedad (robo). En su influjo delictivo, es igual violencia la corrupción y el brote conductual generador de perjuicios materiales y de confianza social. Humanísticamente, lo es también la desatención a las necesidades de las grandes masas poblacionales que carecen de lo mínimo para su sostenimiento digno. Es delincuente quien mata y roba, como lo es el corrupto y quien no se compadece de sus congéneres en miseria.

La violencia y el delito tienen un germen primario en dos injusticias sociales: pobreza e inexistencia de oportunidades. El penalista Felipe Rodríguez Moreno en un reciente artículo publicado, transmite estadísticas decidoras. El 54% de los encarcelados lo son por delitos contra la propiedad. El 93% de las PPLs son adultos con casi nula educación. Afirma que “el 45% de los presos tiene entre 18 y 30 años, es decir, están en edad productiva (…) pero resulta que no tienen educación. ¿Cómo van a sobrevivir en sociedad?”.

En el ámbito sociológico, ¿puede “responsabilizarse” a quienes se apropian de lo ajeno para alimentar a sus hijos hambrientos? A estos, los “desorientados sin y con causa”, pretenden desganar de cometer delitos armando a las víctimas… cuánto sin sentido. Las sociedades intrínsecamente injustas más que víctimas son victimarias.

La mejor “arma” contra la violencia, es la concreción de una sociedad en que prime responsabilidad social… y derivada “solidaridad humana” frente a parcelas que se ven forzadas a delinquir para subsistir. El comentario no tiene connotación ideológica sino simple sentido común, del cual carecen los inhábiles para recapacitar inteligentemente, convencidos que violencia y delito son fruto de placer del delincuente más no de deficiencias estructurales de la sociedad.

En modo alguno justificamos la violencia, pero llamamos a reflexionar sobre el más elemental adeudo que tenemos ante los desafortunados.

Hay costos socioeconómicos de la violencia. La doctrina incluye a la reducción de inversión por deterioro de la imagen nacional e internacional, disminución del ahorro interno, exigua acumulación de capital humano y erosión del patrimonio social. Se complementa con la contracción de la concurrencia poblacional en los procesos democráticos.

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