Guayaquil, la Perla del Pacífico, cumple hoy 490 años de fundación con una agenda variada, rica en diversos eventos que los guayaquileños los vienen disfrutando a lo largo de este mes. Lo insólito de estas fiestas julianas es que, lamentablemente, la ciudad vive con la preocupación a cuestas de la falta de seguridad y las amenazas del crimen organizado. Y por si fuera poco, su alcalde Aquiles Álvarez, las preside con un grillete a cuestas.
Pese a estas circunstancias adversas, Guayaquil es la ciudad crisol donde conviven 3 millones de ecuatorianos entre la opulencia y la pobreza; es la gran urbe de ayer, hoy y siempre; de “las risueñas playas que manso lame el caudaloso Guayas”; de la de la torre Morisca, del Malecón Simón Bolívar, del estero Salado, del Cerro del Carmen y Puerto Santana, del Barrio Las Peñas, del bulevar 9 de Octubre, de museos y parques, del puente de la Unidad Nacional, de la Junta de Beneficencia, de la Bahía, del Palacio de Cristal, de la leyenda de Guayas y Quil, de Vicente Rocafuerte y Julio Jaramillo, de José Joaquín del Olmedo y José de la Cuadra, del Barcelona y Emelec y de muchos etcéteras que incluyen signos de una fe que camina en procesiones multitudinarias del Divino Niño, del Cristo del Consuelo y de otros peregrinajes que les convoca su sentida religiosidad.
Aquí, lo telúrico ha marcado la identidad huancavilca con el sello de la alegría y la cordialidad, del buen humor y la conversación en voz alta, de personas abiertas, extrovertidas, generosas, con las manos abiertas y extendidas, dispuestas compartir emprendimientos, espacios y esperanzas con los que llegan. Noveleros frente a los cambios que impone la vida, creativos para el arte y los negocios, en esta urbe se compra y se vende de todo en la oferta del amanecer a la noche.
En su transitar por la historia, los guayaquileños han estado íntimamente ligados a los destinos patrios. Amantes de la libertad, el trabajo y el progreso, nunca sucumbieron a los incendios, a los piratas y bucaneros, a las pestes. Menos están dispuestos a sucumbir, ahora, a la amenaza de la droga que ronda la juventud, al sicariato y a la delincuencia que se pasea tenebrosamente por sus calles, plazas, avenidas, parques, ciudadelas.
Las fiestas julianas bien merecen que los guayaquileños y los turistas que visitan la urbe huancavilca, las disfruten a plenitud.