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lunes, septiembre 29, 2025

Un presidente bizarro

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Por: Pablo Granja

El término “bizarro”, es aceptado por el Diccionario de la lengua española en sus dos acepciones opuestas: la una es “valiente, generoso, lúcido, espléndido”; la otra define personas, situaciones o cosas raras o exóticas. Personalmente crecí relacionándolo con lo abyecto, malo, repulsivo, execrable. Esto a causa de las historietas de Superman, héroe con superpoderes que se ocultaba tras la imagen de un ciudadano de conducta intachable. Sus enemigos, casi tan poderosos como él, en ocasiones lo llevaban hasta las fronteras de la muerte. El que más me estremecía era Bizarro, que utilizaba sus poderes para hacer el mal en un mundo gris, sucio, lleno de personajes raros y deprimentes.

Colombia tendrá elecciones presidenciales el 31 de mayo del próximo año. Muchos pensarán que está cerca, pero para la gran mayoría de colombianos será una eternidad. No es para menos, puesto que no hay día en que no aparezca un nuevo escándalo o hecho bochornoso protagonizado por Gustavo Petro. Seguramente por haberse formado al margen de la Ley le fastidia tener que desenvolverse dentro de esquemas institucionales y del marco constitucional; las formas y los protocolos le son ajenos y extraños. Sus aportes a la ciencia penal son memorables: sostiene que si de los códigos se elimina lo que actualmente se considera “delito”, por definición ya no habrá más delitos en Colombia. Lo acaba de ratificar al sugerir que si se elimina la letra “i” de la palabra “ilegal”, se logrará una sociedad sin problemas. O sea…

Sus excesos son recurrentes. Un excanciller, en carta pública, hizo referencia a las desapariciones de 2 ó 3 días durante sus giras oficiales, reapareciendo con indicios de resaca mal curada. Una de ellas fue en París, sobre la cual se dieron distintas versiones. La más reciente fue una entrevista en TV de quien se describió a si mismo no como gay sino como “una marica”, que estuvo en París con su amigo Petro, en donde le ofreció nombrarlo ministro de Igualdad, cargo que ya asumió. El presidente justificó el nombramiento por tratarse de un activista defensor de derechos, que se desempeñaba como actor porno gay. No es el único caso, nombró viceministra del Ministerio de la Mujer a un trans que se viste y maquilla como personaje de carnestolendas.

Dice no ser racista, pero a un crítico le vociferó: “A mí ningún negro me va a decir lo que tengo que hacer”. Se olvidó que es defensor de la igualdad de género: en uno de sus recientes gabinetes aconsejó a las mujeres que para tener éxito en política “tienen que coordinar su clítoris con su cerebro”. En lo que sí ha sido coherente es con temas de identidad sexual: hace poco dispuso que sus funcionarios apoyen el desfile trans en Medellín.

La picardía de otorgar la nacionalidad colombiana a Jorge Glas para reclamar su extradición yéndose contra toda lógica y norma del Derecho Internacional, es otro de sus desvaríos sin ninguna consecuencia, que no sea acumular desprestigio. La adicción le está tostando el seso y ratifica que es un presidente bizarro.

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