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lunes, septiembre 29, 2025

Directo a un referéndum constitucional

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Por: Daniel Márquez Soares

Para salir del agujero de la República de Montecristi e instaurar una nueva Constitución, el Gobierno solo necesita llegar a un referéndum constitucional en el que triunfe su propuesta. Basta con vencer un proceso electoral —similar al de 1978— en el que la gente elija una nueva Constitución en lugar de la de 2008 y la legitimidad quedará establecida. Todos los pasos previos a ese punto son secundarios, prescindibles e, incluso, inconvenientes.

Dada la situación de crisis sistémica y derrumbe paulatino que enfrenta el Estado ecuatoriano en este momento, el Gobierno del presidente Daniel Noboa debería tener ya lista una nueva Constitución. Esta nueva propuesta debería buscar liberar las fuerzas económicas para propiciar crecimiento, acabar con la oligarquía de partidos, devolver al Estado la plena capacidad de mantener el orden y la armonía social, y dotarlo de la necesaria libertad soberana de maniobra para navegar el entorno internacional multipolar, anárquico y conflictivo que se avecina. Es cuestión de sobrevivencia y debe ser abordada con la urgencia que amerita.

Lo ideal sería agudizar las tensiones entre el Gobierno y la farisaica casta legalista defensora de la Constitución de 2008 al punto en el que se produzca una ruptura constitucional y se torne posible llevar a cabo, directamente, un referéndum en el que se elija entre ambas constituciones. Sería entonces fácil para el Gobierno, con el aparataje de propaganda, polarizar la elección y plantear dicho referéndum como el entierro definitivo del modelo de la Revolución Ciudadana. La victoria sería segura.

La otra alternativa —seguir las disposiciones de la Corte Constitucional y montar una asamblea constituyente acorde a su criterio— es absurdo. El resultado será una asamblea caótica e inoperante, que dará a luz un nuevo bodrio constitucional que seguramente será derrotado en las urnas. Si eso sucede, se instaurará la ilusión de que el orden de Montecristi es inmutable e irreversible, y eso es lo que en verdad buscan los defensores de esta ignominiosa constitución, empezando por la propia Corte Constitucional.

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