Por: Alfonso Espín
La semana que termina ha estado marcada por un paro nacional que ha generado brotes de violencia y vandalismo en distintas regiones del país, pero que ha sido contrarrestado con varias estrategias por parte del Gobierno, para empezar con la de cambiar su sede a Latacunga, impidiendo así que la capital se convierte en un caos.
El crimen organizado se ha involucrado afanoso en las protestas callejeras, poniendo efectivos y financiando las acciones, igual que ciertos malos políticos que por intereses particulares, tratan de sembrar la zozobra y la inestabilidad en estas manifestaciones, cobijadas por la bandera de la Conaie, como estandarte de lucha, organización que evidencia una profunda división, como demuestra el nivel de observaciones de los dirigentes indígenas de varias comunidades, quienes no encuentran la representación de sus anhelos en esta Confederación de Nacionalidades Indígenas.
La Conaie acarrea el grave problema de haberse sectorizado en dos estamentos incompatibles para las necesidades de los pueblos que dicen representar. Por un lado, un sector minoritario de dirigentes, quienes gozan de privilegios y comodidades, frente a otro mayoritariamente numérico en el que están las bases con sus carencias de siempre y expuestos a la manipulación y exigencias de los primeros, quienes los ponen en las calles como carne de cañón y entre los maleantes que perpetran el vandalismo, aprovechándose de las turbas sin conciencia.
También en este escenario, se ha evidenciado un profundo rechazo de la ciudadanía a la llamada Revolución Ciudadana, rostro de la corrupción en todo sentido y gestora de su institucionalidad bajo el liderazgo de Rafael Correa, movimiento que en estos momentos ha sufrido el abandono de varios de sus miembros y el consiguiente debilitamiento.
La actuación atinada del Gobierno de Noboa será importante en la consecución de una nueva Constituyente que finalmente elimine el mamotreto que ha significado la de Montecristi, pero necesita también implementar medidas que alivien con prontitud la situación difícil que afronta la población, como la falta de atención con medicamentos e insumos en los hospitales públicos, la inseguridad que cobra vidas por doquier y el establecimiento de tasas de interés que vuelvan atractivos a los créditos con la banca y así se dinamice la economía, pues deudas al 17% son imposibles para trabajar en cualquier sector de la producción o de servicios.
Los politiqueros de cualquier tendencia ideológica deben aprender que la política no es un modo de vida eterno sin alternabilidad y siempre al mejor postor, como sucede con los movimientos políticos acreditados por el CNE, incapaces de gestar liderazgos para la Patria, aunque si prestos a acoger a cualquier candidato sin partido y negociar el “éxito” mutuo en las elecciones.
Lo mismo los dirigentes de la Conaie, no deben prestarse al juego de los políticos y sus financistas internacionales, porque su destino es el de sus pueblos y son ellos los que ahora les miran a la cara para enrostrarles la verdad.
El momento que vive el Ecuador es difícil y no hay espacio para los rateros de cuello blanco, ni para los sindicalistas oportunistas que lucran de sus gremios, ni para los eternos estudiantes que hacen politiquería por años y años en las universidades públicas y peor todavía para la criminalidad que engendra el narcotráfico con sus perversos tentáculos.