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lunes, octubre 6, 2025

Los partidos políticos: ¿maquinaria electoral o proyecto al servicio del país?

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En cada proceso electoral resurge una pregunta incómoda pero necesaria: ¿los partidos políticos son verdaderas organizaciones con principios, capaces de orientar el rumbo del país, o se han reducido a simples maquinarias electorales diseñadas para conquistar votos a cualquier costo? No hay que olvidar que, desde que la Constitución de Montecristi. creó el fondo partidario, el Estado ha destinado casi 260 millones, llegados del bolsillo de todos los ecuatorianos.

La política, en su esencia, debería ser el espacio donde confluyen las ideas, las propuestas y los proyectos colectivos de futuro. Un partido, entonces, no solo debe existir para llevar candidatos a las urnas, sino para formar cuadros, debatir visiones de Estado y mantener coherencia entre lo que proclama y lo que ejecuta. Sin embargo, la realidad en nuestro país de la región muestra otra cara: estructuras débiles, líderes personalistas, financiamiento opaco y programas que cambian al vaivén de las encuestas.

Convertidos en vehículos coyunturales, algunos partidos parecen activarse únicamente en tiempos de campaña, sin trabajo de base, sin contacto real con la ciudadanía y sin propuestas sólidas de largo plazo. Esto erosiona la confianza pública y alimenta la percepción de que la política es un negocio, no un servicio.

Pero también existen contados partidos que intentan sostener principios, formar militancia y defender una visión de país más allá de la contienda inmediata. Estas organizaciones, aunque minoría, demuestran que es posible hacer política con responsabilidad, construir consensos y mantener la coherencia ideológica en el tiempo.

El reto está en recuperar la función original de los partidos políticos: ser intermediarios entre la sociedad y el Estado, defensores de la democracia, y espacios de formación ciudadana. Si continúan siendo simples maquinarias electorales, el desencanto social se profundizará y con ello la fragilidad institucional. Pero si logran reinventarse como organizaciones con principios y visión de futuro, pueden volver a ser motores de confianza, estabilidad y desarrollo democrático.

Al final, la respuesta a la pregunta inicial no depende solo de los partidos, sino también de una ciudadanía que exija más que promesas, instituciones que garanticen transparencia y coherencia en la vida política.

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