TESTIMONIO
Han pasado cuatro años desde que Edgardo Bauza, ídolo del fútbol sudamericano y eterno referente de Liga recibió el diagnóstico que cambió su vida y la de su familia. Desde entonces, el exentrenador argentino libra una batalla silenciosa contra una enfermedad neurodegenerativa poco común.
Su entorno más cercano, su esposa Maritza Gallardo a la cabeza, es su principal soporte emocional y a la vez, en voz de concienciación sobre una condición que suele quedar oculta tras el tabú y la desinformación. Maritza, compañera de vida del Patón, convive con los efectos de la enfermedad día a día. Lo ha visto transformarse, no como entrenador que ajustaba líneas en la cancha o gritaba desde el borde del campo, sino como un hombre que ahora transita la vida en calma, en un silencio que habla de aceptación y ternura.
“Edgardo ya no se comunica verbalmente, pero siempre está de buen humor. Vive en paz, y eso también nos da paz a nosotros. Lo importante es que recibe nuestro cariño todos los días”, contó. El diagnóstico llegó en 2021. “Al principio fue un shock. Nunca piensas que una persona tan joven y saludable va a pasar por esto”, confesó Maritza.
“Con los años uno pasa por distintas fases como cuidador, del desconcierto a la aceptación. Recién ahí entendí que era necesario hablarlo en voz alta”. Esa necesidad de hablar es el motor que impulsa a la familia Bauza. Romper el silencio es un acto de amor, una forma de visibilizar una enfermedad que afecta al paciente y a su entorno. “Estas enfermedades son un estigma, y eso hace que los cuidadores se sientan solos.
Por eso es tan importante hablarlo, compartir experiencias. Uno aprende mucho de otros cuidadores, incluso más que de los médicos”, reflexiona Gallardo. La familia también ha compartido una hipótesis sobre el posible origen de la enfermedad. Creen que los cabezazos que Bauza realizó durante su etapa como defensor podrían ser la causal.
