Por: Iván Menes Aguirre
En esta semana la CONAIE dejó caer que apoyarán a Luisa González de cara al balotaje. Leónidas Iza, el presidente de esta organización, llamó a sus bases a descartar el voto por Daniel Noboa, a quien acusó de colindar con el “fascismo”. No obstante, el panorama al interior del movimiento indígena resulta mucho más complejo. Por ejemplo, la CONFENIAE respaldará al candidato oficialista, mientras que voces como la del alcalde de Cotacachi, Auki Tituaña, han criticado el accionar de Iza. Lo cierto es que es un error examinar al electorado indígena ecuatoriano como un cuerpo homogéneo con aspiraciones comunes. Su comportamiento difiere en función de los pueblos y nacionalidades que se analicen, algo que tendrán que comprender las estrategias que empleen Noboa y González.
Si se escudriña los resultados de la primera vuelta en los cantones de mayoría indígena, se pueden ver patrones interesantes de acuerdo con las diferentes zonas del país. Por ejemplo, en la Sierra septentrional, es decir, en las provincias de Imbabura y Pichincha, se aprecia una robusta adhesión a la Revolución Ciudadana. En la zona centro del país el electorado indígena mostró un apoyo mayoritario a Leónidas Iza. En el sur interandino y en la Amazonía, Daniel Noboa es el candidato más favorecido. Mi hipótesis sobre estos performances es que están fuertemente ligados a las condiciones socioeconómicas de los votantes: en cantones como Otavalo y Cotacachi, donde se observa una solidez económica mayor al promedio en territorios indígenas, González prevaleció; mientras tanto, en los cantones donde las capacidades socioeconómicas son más limitadas, como los de la Sierra central, Leónidas Iza resultó fortalecido. Daniel Noboa también pudo haber predominado en los cantones con menor poderío socioeconómico; esto explicaría su prevalencia en la Amazonía, donde es probable que Iza tenga menor reconocimiento que en la Sierra.
Así pues, de ser cierta mi conjetura, los discursos y las acciones de Noboa y González deberían centrarse en diferentes aspectos. El oficialismo debería hablar desde una óptica productiva, proponiendo el desarrollo material del sector indígena, a sabiendas de que el voto atraído por factores económicos tendió hacia González. La RC, por su parte, debería mostrarse respetuosa con lo identitario, más allá de esgrimir propuestas de corte desarrollista. González haría bien en procurar limar las asperezas que provocó el expresidente Correa con el movimiento indígena, particularmente en temas como el extractivismo o la educación comunitaria.
Imaginar al pueblo indígena del Ecuador como un ente unificado es erróneo: se debe apreciar su complejidad y, por ende, su diversidad de cosmovisiones. Quien mejor tacto tenga en este sentido, y acople su discurso en consecuencia, estará más cerca de Carondelet.