INSEGURIDAD
Las cárceles de Ecuador no solo son escenarios de violencia y hacinamiento, sino también de abandono. Pero esta vez, no son los presos quienes claman atención, sino los guías penitenciarios, quienes trabajan entre el peligro. Tras el asesinato de un compañero en la Penitenciaría del Litoral el 13 de marzo, el gremio ha dicho basta.
Este 14 de marzo exigieron seguridad, equipamiento y mejores condiciones laborales. Su petición es clara, no quieren ser la próxima víctima, solo quieren regresar vivos a casa. No hay espacio para el error cuando un guía penitenciario entra a trabajar, cada día es una lucha silenciosa en la que la diferencia entre vivir o morir puede estar en un simple descuido.
Pero mientras los militares y policías ingresan armados, los guías solo llevan su uniforme. “No es lo mismo un servidor militar que entra con un fusil, que un servidor penitenciario que entra con su uniforme”, denuncia Rebeca García, agente y vocera de la Asociación Nacional de Servidores Penitenciarios de Ecuador.
El abogado Diego Pozo, otro de los representantes del gremio, advierte que los guías tienen mucho que aportar en la discusión sobre seguridad penitenciaria. Son ellos quienes conocen de primera mano la realidad dentro de las cárceles, quienes ven cómo operan las mafias desde adentro, pero sus voces siguen sin ser escuchadas. El abandono no es solo una percepción.
Es una realidad palpable. Mientras los enfrentamientos entre bandas criminales escalan y los atentados contra funcionarios aumentan, los guías deben costearse su propio equipamiento. “Muchas veces hemos tenido que comprarnos nuestros chalecos antibalas y uniformes con nuestro dinero”, revela García. En un entorno donde la muerte acecha en cada esquina, su única defensa es lo que puedan pagar de su bolsillo.
