Por: Wellington Toapanta
Maniobras rusas (de Gobierno y militares) para ocupar territorio ucranio no son extrañas para Ecuador, porque evocan unilaterales ceses de fuego peruanos en 1941 y 1995 que desencadenaron despojos territoriales a su favor.
Putin renovó el “alto el fuego unilateral de tres días a partir del 8 de mayo”; el 19 de abril lo hizo por la Pascua Ortodoxa, pero incumplió, a poco aseguró haber recuperado Kursk; ¿qué ha programado para ‘memorar’ el Día de la Victoria?, ¿confiar? No, se ganó desconfianza.
En julio de 1941 Perú invadió Ecuador; el 26 con los ‘mediadores’ (Estados Unidos de América, Brasil, Argentina) declaró el unilateral cese el fuego, Ecuador acató; 48 horas después tropas del sur ocuparon la indefensa e indisputada provincia de El Oro y secciones de Loja y el Oriente, prendadas hasta despojarlo de 200.000 kilómetros. Repitió la trama en febrero 14 de 1995 en el Alto Cenepa; infiltró tropas y armas, no le resultó, fue derrotado el 21 en Tiwintza.
El unilateral cese el fuego es arma de arteros, simulación táctica; los instigadores repulsan el cese total, porque afecta objetivos imperialistas, porque repulsan negociaciones, a menos que estén inmersas con tramas manipuladoras del Derecho Internacional.
En Ucrania, un populista “pacificador” agotó sus 24 horas de plazo; la ONU, pese a tener herramientas, incluido el extremo Art. 42 y otros de su Carta, que le permiten “ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”, se refleja en su debilidad.
Ucrania es independiente desde 1991, pero Putin acecha su territorio, como un movimiento ‘político’ ecuatoriano que se pertrecha y se esfuerza en desconocer su derrota electoral presidencial transitando por el filo del ordenamiento legal impuesto por sus mayores y teme que una Constituyente lo desgrane, que le sirve para apantallarse simulando afectos democráticos que, en realidad, desdeña.