Por: Beatriz Viteri Naranjo
Cada tercer domingo de junio, muchos países celebran el Día del Padre, una fecha para rendir homenaje a la figura paterna y su papel en la vida familiar; sin embargo, más allá de los regalos y los gestos simbólicos, esta conmemoración se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre la paternidad responsable y su impacto en la sociedad contemporánea, marcada por una creciente crisis de valores.
La paternidad responsable va mucho más allá del simple acto biológico de tener hijos; ello implica el compromiso consciente, emocional y activo de criar, educar, cuidar y acompañar a los hijos desde una perspectiva integral; es hacerse presente no solo en lo físico, sino en lo emocional y lo ético, ya que, un padre responsable es guía, protector, modelo y apoyo constante en el desarrollo de sus hijos.
La paternidad implica tomar decisiones que promuevan el bienestar del hijo en todas las etapas de su vida; desde la infancia y adolescencia, hasta la formación de ciudadanos con principios, valores y habilidades que le permitan enfrentar el mundo, tan complejo como está.
Un padre que demuestra respeto hacia los demás, que asume con responsabilidad sus errores, que trata a su pareja con igualdad, afecto y respeto, que promueve el diálogo y la reflexión crítica, está sembrando en sus hijos una visión ética de la vida, que difícilmente podrán adquirir de otras fuentes.
En el mundo contemporáneo, donde se revalúan los estereotipos de género, la paternidad responsable también invita a repensar la masculinidad tradicional; ya no se espera que el padre sea solamente el proveedor económico o la figura autoritaria y distante, hoy se demanda una masculinidad empática, afectiva y comprometida. Ello no significa debilitar la figura paterna, sino fortalecerla desde otro enfoque, porque, un padre que se involucra en la crianza, que cambia pañales, que consuela en las noches, que participa en las tareas escolares o que acompaña en el proceso adolescente, está formando no solo a un hijo o hija más feliz, sino a una sociedad más justa y empática.
De ahí la importancia también de la educación emocional de los niños, aspecto fundamental para su desarrollo personal, y que depende en gran parte del ejemplo de padres y madres que saben expresar sus emociones con libertad, que resuelven conflictos sin violencia y que validan las emociones de sus hijos.
Sin duda, un aspecto que vuelve compleja la tarea paterna en la actualidad es el avance acelerado de la tecnología, ya que los niños y adolescentes están expuestos desde muy temprana edad a redes sociales, videojuegos y contenidos digitales que pueden ser formativos o profundamente nocivos; es ahí, donde el rol del padre responsable se vuelve aún más relevante, porque se requiere presencia activa, límites claros y acompañamiento constante. No se trata de prohibir, sino de formar criterios, fomentar el pensamiento crítico y cultivar espacios de diálogo; necesitan seguir siendo el referente para sus hijos, incluso cuando el entorno tecnológico parezca más atractivo o inmediato.
Celebrar el Día del Padre debe ir más allá de una fecha comercial, puede ser un momento de introspección para muchos hombres, una oportunidad para evaluar el tipo de padre que están siendo y el tipo de legado que desean dejar.
Así también, existen padres que luchan en silencio, que extrañan abrazos, risas y momentos que les han sido negados y ven cómo su lugar está siendo ocupado injustamente por otra persona en eventos y recuerdos que deberían tener su presencia y su nombre; sin embargo, sigue firme, digno, sin dejar de amar, porque la paternidad no se borra, ni se reemplaza, se lleva en el corazón; y en el tiempo, sus hijos sabrán.
¡Feliz Día del Padre, a quienes escriben en el corazón de sus hijos las palabras más bonitas, que el mundo no podrá borrar!