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viernes, julio 18, 2025

(“Pensar”, de pensare = pesar, sopesar, confrontar)

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Por.  Eduardo Díaz A.

Un solo término <pensar>, que es, “reflexionar objetivamente “con sentido crítico; es decir, compararlo, clasificarlo y distinguirlo, de lo contrario el saber se vuelve filosofía mundana.  En mi opinión, el trasfondo del problema está en que en las sociedades modernas nos enfrentamos a un desafío paradójico: “se predica una innecesaria tolerancia, que transgrede el conocimiento, la razón, la sensatez, y abre paso a la validación de la imbecilidad” porque desdibuja la razón de ser, y coacciona la democracia, que requiere pensamiento creativo, geométrico, y multidimensional.

Es deleznable ver hace apenas unos días,  como un funcionario de la UAFE, es sentenciado por lavado de activos, es inconcebible ver fiscales como falsos acusadores, y los que deben acusar, como observadores de escritorio, jueces que manipulan el sistema web, asambleístas dibujantes, otros de escala repugnante, acosadores y violadores, pero las más sabidos, esos que pertenecen a la filosofía mundana y del relativismo, si, los  corruptos ignorantes, que ocupan un cargo sin estar preparados, en esa masa hay algunos “gerentes privados” que dicen ser empíricos, y se dicen expertos,  pero no entienden ni el concepto.

La realidad es cuantificable, porque el nepotismo está en todos los niveles y los cargos por “palanca” en el ámbito privado también, en ese sentido, -no hay tal abismo entre lo público y privado-, la aceptación indiscriminada de la tolerancia, ha diluido el rigor intelectual, es una obviedad que la ocupación de un cargo es una “profesión”. esto es obvio, primero, en la exigencia de preparación estrictamente fijada, que reclama la plena capacidad académica. El pensamiento es de saberes constitutivos, y el funcionario público, además tiene naturaleza de deber hacia la colectividad, lo que pasa es que se han convertido en la divinización de la individuación, porque los funcionarios se creen imperativos, reguladores, dioses, ley y árbitros extralimitados, pero la medida llega con un sentido helénico. ¡Y llega con fuerza!, donde se aplica la ley, la ética pública, y la moral.

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