En esta temporada vacacional de los estudiantes del Régimen Sierra y cuando las instancias oficiales se hallan preparando el retorno a clases del período escolar 2025-2026, bien vale la pena que nos preguntemos si en nuestro país, es la educación la primera prioridad. Al parecer, no. Porque ni la sociedad, ni el Estado han tomado conciencia sobre la necesidad de adoptar políticas necesarias y urgentes frente a las consecuencias devastadoras que dejó la pandemia que azotó el país; que trajo consigo el hecho de que miles de estudiantes, sobre todo de la ruralidad, se queden fuera del sistema educativo, mientras otros miles han renunciado a su derecho por imposibilidad de acceder a las alternativas virtuales del sistema.
Pero hay más. El abandono afecta el alma de la educación: el derecho a una formación de calidad para todos, conforme se evidencia en los resultados de la prueba Ser Estudiante, dados a conocer por el Ineval, donde se dio a conocer que los estudiantes no logran alcanzar la competencia mínima en Lectura, Matemáticas y Ciencias Naturales. Si partimos del enunciado de que la calidad de la educación es la base, el fundamento para alcanzar un capital humano y mejorar la productividad, la pobreza de aprendizaje seguirá incidiendo negativamente en el desarrollo del país.
Se suma a esto un sistema educativo permisivo con un ambiente donde algunos estudiantes consumen drogas, faltan el respeto a los docentes y autoridades sin ninguna sanción, se esfuerzan poco para estudiar, con docentes agobiados por tareas burocráticas, muchas de ellas sin sentido. Estas y otras realidades determinan una incidencia negativa en el rendimiento estudiantil y consecuentemente, en la calidad de la educación ecuatoriana.
Con toda razón, el editorial de una revista de circulación nacional afirmaba que “El verdadero desafío está convertir a la educación en la primera prioridad del país, un compromiso que debe ser de Estado, para que indistintamente de la orientación ideológica de quien gobierne el país, se brinde a todos los estudiantes una educación acorde con las competencias que exige el mundo actual. De lo contrario seguiremos en el subdesarrollo”.
Es de esperar que las instancias correspondientes evalúen integralmente la realidad educativa actual y enfrenten desafíos para provocar una ofensiva general con estrategias actualizadas, con imaginación y creatividad, pero también con recursos, para evitar una catástrofe generacional en educación.