HOMENAJE
Santo Domingo de los Tsáchilas se volcó a las calles para recibir a Moisés Caicedo, su hijo, que tras consagrarse campeón del mundo con el Chelsea en el Mundial de Clubes de la FIFA, regresó al país para reencontrarse con su tierra y su gente.

Esta celebración fue la prueba de cómo el fútbol, cuando se juega con humildad, puede transformar la vida de un joven nacido en un rincón del Ecuador e influir en el ánimo colectivo de una ciudad que, por unas horas, dejó de lado sus problemas para ovacionar a un campeón.
A bordo de un vehículo de rescate, símbolo perfecto de quien ha sabido levantar a los suyos en los peores momentos, Caicedo recorrió las principales calles de la ciudad junto a su esposa. Desde el parque La Juventud hasta el Helen Tenka, el trayecto fue una marea humana de gratitud y orgullo.
Los balcones se llenaron de banderas, los niños llevaban camisetas azules, y los teléfonos grababan cada segundo del momento. Moisés saludaba con una sonrisa que no fingía nada. Estaba en casa. En ese recorrido no hubo distancias entre el ídolo y la gente.
Lo que se vivió fue una expresión auténtica de afecto popular, una que pocas veces se gana con discursos o promesas políticas, y que muy rara vez se regala.
El presente de Caicedo es deslumbrante, ya ostenta un palmarés que en Ecuador solo unos pocos pueden mostrar, campeón de la UEFA Conference League con gol incluido en la final ante el Betis (4-1), clasificación a la próxima Champions League con el Chelsea y, como broche de oro, la conquista del Mundial de Clubes tras vencer al PSG del también ecuatoriano Willian Pacho por 3-0.
Durante el acto oficial, el Municipio le entregó la llave de la ciudad, en un gesto simbólico por la importancia de Caicedo para toda una nación. “Gracias a Dios por tenernos aquí reunidos, estoy muy feliz por el recibimiento. Para mí esto es un sueño hecho realidad”, dijo, con la humildad intacta.