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sábado, agosto 16, 2025

La corrupción municipal: un cáncer cercano y silencioso

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Generalmente, la corrupción suele presentarse como un problema nacional, atribuible a las altas esferas del Estado. Sin embargo, gran parte de esta práctica nociva ocurre en el nivel más cercano al ciudadano: los municipios. Allí, donde el gobierno debería ser más transparente, participativo y eficiente, frecuentemente, florece una corrupción silenciosa, constante y dañina para las comunidades.

Los municipios manejan competencias clave para la vida diaria: obras públicas, servicios básicos, regulación del suelo, permisos de construcción, mercados, transporte local, etc. Pero muchas veces, estas responsabilidades se ven convertidas en nichos de clientelismo, contratos amañados, sobreprecios, nepotismo y tráfico de influencias. En muchas municipalidades, la administración funciona como un feudo político que cambia de color cada elección, pero mantiene las mismas prácticas oscuras en medio de una débil cultura institucional, la impunidad y la baja participación ciudadana.

En este contexto, la ciudadanía no puede seguir siendo espectadora pasiva. La lucha contra la corrupción no se gana solo con más leyes, sino con más vigilancia social, más conciencia cívica y más presión colectiva. Es imprescindible que la comunidad comprenda que cada fondo desviado, cada contrato mal hecho o cada favor político tiene un costo directo: menos obras, menos servicios, menos oportunidades para todos.

¿Qué puede hacer la ciudadanía? Exigir transparencia en toda contratación pública, plan de obra, presupuesto o gasto que debe estar disponible para cualquier ciudadano Portales de datos abiertos, audiencias públicas y rendiciones de cuentas no son un favor, son una obligación legal y ética. No basta con indignarse, con denunciar en redes sociales. Hay que actuar, día a día, patrióticamente. Los medios locales, los veedores ciudadanos y los líderes comunitarios comprometidos deben ser respaldados. Proteger a quienes se atreven a hablar es fundamental.

La corrupción se sostiene también por la complicidad ciudadana cuando se justifica al político “porque me dio trabajo”, o normalizar el “así ha sido siempre”, “con tal que haga obra” Romper con eso es el primer paso para cambiar las cosas.

La corrupción municipal no es un fenómeno lejano, es un cáncer instalado en las puertas mismas de nuestras comunidades. Combatirla no es tarea exclusiva del Estado central, de los jueces o de los medios: es una responsabilidad compartida. Solo una ciudadanía informada, activa y valiente puede desmontar las redes de impunidad que frenan el desarrollo y destruyen la confianza en lo público.

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