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jueves, agosto 21, 2025

Dos cabecillas controlan la cárcel de Riobamba, según los hermanos Salcedo

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CORRUPCIÓN

Según las versiones de los hermanos Salcedo, en la cárcel de Riobamba hay una red de poder y corrupción, donde los cabecillas alias “Valarezo” y “Pocho” controlan todo, desde el ingreso de bienes hasta permisos especiales, nada se mueve sin su autorización.

Alias ‘Valarezo’ y ‘Pocho’ son señalados como los cabecillas que controlan la cárcel de Riobamba, según las declaraciones de los hermanos Salcedo durante el proceso judicial.

Los Salcedo han revelado cómo este sistema de extorsión y sobornos funciona a cambio de dinero, con la complicidad de varios guías penitenciarios.

El intento de asesinato de los hermanos Daniel y Noé Salcedo en el Centro de Rehabilitación Social de Riobamba el pasado 24 de junio no fue un acto aislado.

A simple vista, el ataque podría haberse interpretado como un ajuste de cuentas entre reclusos, pero tras una investigación más profunda, emergió la sombra de una red criminal organizada que no solo controla la violencia dentro del penal, sino también el flujo de bienes, poder y dinero, todo bajo la atenta mirada de los cabecillas que “mandan” en la cárcel.

Alias Valarezo y alias Pocho, dos figuras temidas dentro del centro penitenciario, no solo dictaban las reglas de convivencia entre los internos, sino que controlaban el ingreso de todo, desde un teléfono móvil hasta lo más personal: mujeres.

Denunciaron con detalles cómo estos dos cabecillas tenían el monopolio de todo lo que sucedía tras las rejas. “Nada se mueve sin su autorización”, afirmó Noé Salcedo en su declaración desde la prisión 4 de Quito, donde fue trasladado luego de sufrir la agresión.

Según su testimonio, Valarezo y Pocho no solo controlaban las mercancías ilegales que ingresaban al centro como drogas, armas y teléfonos, sino que, además, recibían pagos por casi todo lo que sucedía en el centro.

Las transferencias bancarias a cuentas vinculadas a estos cabecillas, como la de los nombres Diego B. y Walsaki, reflejan un entramado de extorsiones que alimentaba el poder de los líderes dentro de la cárcel.

Un sistema de sobornos que, de acuerdo con Noé, no solo se usaba para mover bienes materiales, sino para asegurar permisos especiales, “desde salir al médico hasta disfrutar de una comida de lujo”. En el caso de los hermanos Salcedo, incluso el ingreso de teléfonos celulares a la cárcel fue gestionado por ellos a cambio de 600 dólares, una suma que terminó en las cuentas de estos reclusos justo el día del atentado.

Lo que parecía una simple transacción entre internos se transformó en una historia de supervivencia y violencia cuando los hermanos Salcedo intentaron cumplir con un acuerdo con Valarezo.

El 24 de junio, tras recibir la confirmación de que los teléfonos celulares ya estaban dentro del penal, Noé fue apuñalado por varios reos de confianza de Valarezo. En un giro trágico, mientras Noé luchaba por su vida, su hermano Daniel fue alcanzado por un disparo que, por fortuna, no le impactó.

Según sus testimonios, una guía penitenciaria quien mantenía una relación con el cabecilla, desempeñó un papel clave en la ejecución del intento de asesinato.

Ella, junto con otros colaboradores, facilitaba el ingreso de objetos prohibidos en el penal a cambio de fuertes sumas de dinero. Los hermanos Salcedo denunciaron que hasta 30.000 dólares fueron entregados a los guías para permitir que el atentado se llevara a cabo sin interferencias.

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