CORRUPCIÓN
Ofrecían sueños con porcentajes imposibles, regalaban viajes y hablaban de criptomonedas como la nueva mina de oro. Tras el brillo de Fortunario, había una red de estafa bien tejida que hoy deja al menos 4.000 ecuatorianos perjudicados, Chimborazo fue una de las provincias donde la red creció sin freno.

Entre 2021 y 2023, miles de ecuatorianos comenzaron a depositar su confianza y sus ahorros en una empresa que prometía cambiar sus vidas: Fortunario Activos Digitales. Usaban un lenguaje seductor: “activos digitales”, “criptomonedas”, “ganancias mensuales del 17% al 21%”, “premios para líderes”, “viajes y carros”.
A simple vista, era la evolución de los negocios tradicionales. Para muchos, una puerta de salida tras la crisis económica que dejó la pandemia. Pero para otros como hoy lo confirma la Fiscalía, fue el inicio de una estafa a gran escala. En Chimborazo, la presencia de esta empresa no pasó desapercibida.
Con oficinas operativas, reclutadores activos y eventos presenciales, la red Fortunario también sembró promesas y dejó víctimas. Personas de toda la provincia no solo de Riobamba invirtieron lo que tenían, incluso lo que no. La estrategia de Fortunario fue más allá del discurso.
Crearon una imagen sólida: contratos firmados, oficinas en al menos seis ciudades del país, una presidenta con presencia en medios y documentos que aparentaban ser avalados por entidades de control como la Superintendencia de Compañías. En Chimborazo se realizaron presentaciones y conferencias.
También se usaron redes sociales locales para promocionar los supuestos beneficios. A los “inversionistas” se les ofrecían retornos altísimos, y comisiones por invitar a familiares y amigos. Así se estructuró el modelo piramidal. La fórmula: mientras más personas ingresaban bajo tu nombre, más dinero ganabas.
Pero ese “dinero” solo existía mientras siguiera entrando más gente. Cuando se detuvo el flujo, la pirámide colapsó. Según la Fiscalía, más de USD 36 millones circularon por cuentas del sistema Fortunario en bancos y cooperativas nacionales.
La operación incluyó otras empresas fachadas: Sapphire Group, Inspira, Inspiradigital y Buddhish Gold App. Estas compañías operaban en provincias como Chimborazo, Pichincha, Imbabura, Tungurahua, Cotopaxi y Santo Domingo.
Aunque ya están en disolución, tres de las empresas vinculadas al caso Fortunario lograron sostener una apariencia tan sólida como engañosa. Ofrecían oficinas formales, contratos bien redactados y supuestos respaldos legales que generaban confianza.
Era una puesta en escena minuciosa que convenció incluso a los más cautelosos. Pero tras esa fachada corporativa no había autorizaciones del sistema financiero ni controles reales. Solo promesas huecas respaldadas por papeles sin valor.
En abril de 2022, la cortina cayó: las oficinas fueron allanadas y se descubrió lo que por meses operó con total libertad. En 2023, el golpe legal llegó con cargos de estafa masiva y captación ilegal de dinero para 11 personas naturales y cinco jurídicas.
Los responsables, según la Fiscalía, aprovecharon un momento de desesperanza nacional el pospandemia para vender sueños de rentabilidad a corto plazo.