El transporte interprovincial es la columna vertebral que conecta a ciudades, pueblos y comunidades en todo el Ecuador. Para miles de ciudadanos, representa no solo una necesidad básica de movilidad, sino también un derecho al acceso seguro, digno y asequible a las carreteras del país. Sin embargo, este servicio enfrenta hoy un triple desafío: seguridad, costos y condiciones para los usuarios.
La seguridad es el aspecto más sensible. Los accidentes en las carreteras interprovinciales, cantonales y parroquiales siguen cobrando vidas debido a excesos de velocidad, falta de controles rigurosos, fatiga de los conductores y condiciones inadecuadas de las unidades. La responsabilidad es compartida: empresas que priorizan la rentabilidad sobre el bienestar, autoridades que deben fortalecer la supervisión y usuarios que también tienen un rol al exigir el cumplimiento de normas.
En cuanto a los costos, las tarifas interprovinciales han experimentado ajustes, muchas veces sin una justificación transparente para el usuario. Es cierto que los costos de operación han aumentado —combustibles, repuestos, mano de obra—, pero el pasajero tiene derecho a una explicación clara. Además, no es solo cuestión de precio: lo que el ciudadano espera es que cada dólar invertido en su pasaje se traduzca en un servicio seguro, cómodo y puntual.
Las condiciones para los usuarios merecen especial atención. Viajar en algunos buses interprovinciales, cantonales o parroquiales sigue siendo una experiencia incómoda: asientos en mal estado, falta de aire acondicionado, higiene deficiente e incluso paradas no autorizadas que ponen en riesgo la seguridad. El usuario, que es el centro del servicio, muchas veces se ve reducido a un rol pasivo, cuando debería ser el principal fiscalizador y beneficiario de un sistema pensado para él.
El camino hacia un transporte interprovincial, cantonal o parroquial, digno y confiable requiere voluntad política, control institucional y, sobre todo, compromiso de las cooperativas de transporte por ofrecer un servicio humano y responsable. La creación de un sello de calidad de transporte interprovincial, otorgado únicamente a empresas que cumplan estándares altos de seguridad, comodidad y puntualidad, podría ser una herramienta eficaz para generar confianza.
La movilidad interprovincial, cantonal o parroquial debe pensarse como un derecho ciudadano. El usuario merece respeto, transparencia y seguridad en cada viaje. Si las autoridades, las empresas y la ciudadanía trabajan juntos, será posible transformar la experiencia del transporte en Ecuador y convertir nuestras carreteras no en escenarios de riesgo, sino en puentes de desarrollo y confianza.