Por: Fedgar
Cuando tratamos de analizar el valor de la educación, podemos aseverar que, es mucho más complejo, que asistir a un proceso simple de transmisión de conocimientos; si no, al cimiento mismo, sobre el cual se edifican sociedades justas, responsables y conscientes.
A lo largo del tiempo, pedagogos y expertos han identificado ciertos principios fundamentales que sostienen un sistema educativo sólido; es decir, los pilares de la educación. Estos no solo forman al individuo, sino que también moldean la capacidad de una nación para enfrentar los desafíos del presente y del futuro.
El primer pilar se centra en el desarrollo del pensamiento crítico y la adquisición de conocimientos sólidos. El aprender a conocer implica no solo memorizar información, sino comprender, analizar y relacionar conceptos. La curiosidad y el deseo de aprender de manera continua son esenciales, pues permiten al individuo adaptarse a un mundo en constante cambio.
El aprender a hacer, como segundo pilar, enfatiza la aplicación práctica del conocimiento. No basta con saber; es necesario poder ejecutar, crear y resolver problemas. Aprender a hacer prepara a los estudiantes para la vida laboral y social, fomentando competencias técnicas, creatividad y habilidades para la resolución de conflictos.
La educación también debe formar ciudadanos capaces de convivir y colaborar. Esto, implica el aprender a vivir juntos con empatía, respeto, tolerancia y habilidades sociales. Este pilar es fundamental para construir sociedades pacíficas, inclusivas y cohesionadas, donde la diversidad se valore como un recurso y no como un obstáculo.
Finalmente, el aprender a ser. La educación debe contribuir al desarrollo integral de la persona. Ello involucra fomentar la autonomía, la responsabilidad, la ética y el crecimiento personal. Este pilar busca que cada individuo reconozca sus potencialidades, fortalezas y límites, cultivando una vida plena y consciente.
En un contexto como el de Ecuador, donde los desafíos educativos persisten, es crucial que maestros, familias y autoridades trabajemos de manera conjunta para garantizar que estos principios sean vividos y no solo enseñados.
Como soñar no cuesta nada, es menester que vigoricemos los pilares de la educación, como a la brújula que guía el aprendizaje y el desarrollo humano. Invertir en ellos es invertir en un futuro más justo, equitativo y sostenible, que tanta falta nos hacen a los ecuatorianos.