
Por. Eduardo Díaz A.
La Teoría del Caballo Muerto es una metáfora satírica que va más allá de la semántica léxica y composicional, porque ilustra cómo el constructo social enfrenta problemas evidentes e irresolubles, la metáfora nos pone frente, como en lugar de aceptar la realidad y actuar con sensatez, a veces preferimos aferrarnos a justificaciones y soluciones inútiles, y esto sucede en el diario vivir, no solamente en cuestiones de institucionalidad, política, geopolítica o estrategia.
La idea medular es simple: Si descubres que estás montando un caballo muerto, lo lógico sería bajarte y seguir adelante, a eso llamamos lógica y sensatez, pero en la práctica sucede lo contrario, en lugar de aceptar la evidencia, la sociedad pasa a la absurdidad de la negación, y cuando negar una realidad es una estrategia, es cuando se ha perdido el sentido del límite.
¿Qué es lo absurdo?
•Cambiar el jinete no es el problema, el caballo está muerto, hay que reconocer el problema real.
•Crear comités de trabajo que, tras meses de análisis, concluyen lo obvio: el caballo está muerto.
•Redefinir el concepto de “muerto” para convencerse de que aún hay esperanza.
En ese posicionamiento del problema, se cae en la absurdidad frente a lo evidente.
No se puede negar lo evidente, hay que tomar decisiones inteligentes, estrategias regulatorias, que vayan más allá de lo temporal, porque cuando se afecta a la administración pública, se afecta a todo su sistema nuclear <instituciones y ciudadanos>.
La determinación obvia: Rápido como el viento, silencioso como el bosque, raudo y devastador como el fuego, inmóvil como una montaña, para que lo ejemplarizador sea eterno.