Durante mucho tiempo, la medicina abordó por separado los problemas del corazón, los riñones y el metabolismo. Sin embargo, en la actualidad, un nuevo enfoque comienza a abrirse paso con fuerza en el mundo médico: la comprensión del síndrome cardiovascular-renal-metabólico (CRM).

Este concepto representa un cambio de paradigma que reconoce que estos tres sistemas no actúan de forma aislada, sino que están profundamente interconectados.
A medida que las investigaciones avanzan, se ha hecho evidente que el CRM no es una simple suma de enfermedades individuales. Se trata de una condición progresiva y multiorgánica en la que el corazón, los riñones y el metabolismo interactúan de forma perjudicial, incrementando el riesgo de enfermedades crónicas y muerte prematura.
Esta realidad es especialmente relevante para países como Ecuador, donde cuatro de las diez principales causas de defunción están directamente relacionadas con este síndrome .
Imaginemos que nuestra salud depende de una red integrada de tres grandes sistemas: el corazón, los riñones y el metabolismo. Estos órganos no funcionan de forma aislada, sino que están en constante comunicación.
Cuando uno falla, inevitablemente afecta a los otros. Así, la insuficiencia cardíaca puede dañar la función renal; la enfermedad renal aumenta la carga del corazón; y los trastornos metabólicos —como la obesidad, la diabetes o la inflamación crónica— agravan ambos escenarios, creando un círculo vicioso de deterioro progresivo.
El corazón, los riñones y el metabolismo están unidos por señales hormonales, presión arterial y niveles de glucosa que regulan su funcionamiento. Cualquier alteración en uno de estos factores puede desestabilizar todo el sistema.
Por ejemplo, si el corazón no bombea eficazmente, los riñones reciben menos flujo sanguíneo y sufren daño. Si los riñones fallan, el corazón se ve sobrecargado. Y si el metabolismo se desequilibra, aumentan los riesgos tanto cardíacos como renales.