Por: Franklin Barriga
Una misión del Fondo Monetario Internacional visitó República Dominicana y se entrevistó con representantes de diversos sectores, especialmente del público, privado, financiero y de la sociedad civil.
Los resultados fueron expuestos por quien presidió la misión, Ricardo Llandes, en lo que definió como muy especial: “Un concepto destacable y común, la paz social como modelo de país, así como la búsqueda de consensos entre diferentes sectores, ya que, combinados con políticas monetarias robustas y estabilidad económica, desemboca en altos flujos de inversión”.
El positivo y atrayente estado de la situación en República Dominicana, quedó resumido en lo que ofrece con realismo: paz social, seguridad pública, seriedad y confianza para el inversionista.
En contraste, en la misma isla del mar Caribe, La Española, existe Haití, con esta imagen relatada, hace pocos días, por una oenegé: “Al menos 42 personas murieron asesinadas a unos kilómetros de Puerto Príncipe. Los cadáveres, algunos devorados por perros, fueron abandonados en el lugar. Hay profunda preocupación por las masacres en varias regiones; las bandas intensifican sus ataques para controlar carreteras y comunicaciones. La región metropolitana sigue siendo el epicentro del terror, marcado por secuestros, ejecuciones sumarias y otras formas de violencia contra la indefensa población civil, ante la indiferencia de las autoridades estatales”.
La diferencia es elocuente entre República Dominicana que proyecta seguridad, próspero ambiente, sólidos incentivos para la inversión, sobre todo en materia turística, y Haití que ha retrocedido a niveles de salvajismo, encontrándose en la ruta de insalvable decadencia que no cambiará si continúa en la zozobra ocasionada por la delincuencia imparable, la politiquería, el irrespeto a las garantías de sana convivencia, la falta de cohesión y visión de país.