DESAMPARO
Han pasado dos años desde que un derrumbe en Alausí sepultó barrios enteros, arrebató 75 vidas y dejó cicatrices imborrables. Hoy, entre promesas incumplidas y abandono, sus habitantes siguen atrapados en la incertidumbre.

Eran poco más de las nueve de la noche del 26 de marzo del 2023 cuando la tierra tembló con un estruendo indescriptible. El cerro se vino abajo como una ola de lodo y escombros, sepultando a su paso viviendas, calles y esperanzas. 75 personas murieron, 44 resultaron heridas y más de 800 fueron declaradas damnificadas.
En los días siguientes, Ecuador miró con horror los restos de un pueblo devastado, mientras el gobierno prometía asistencia, reconstrucción y soluciones inmediatas. Pero dos años después, la realidad es otra. Los barrios La Esperanza, Control Norte, Bua, Nuevo Alausí y Pircapamba fueron de los más afectados por el deslave.
Hoy, muchas familias han regresado, no porque el Estado haya cumplido sus promesas, sino porque no tienen otra opción. Las condiciones son precarias: el agua potable y la energía eléctrica siguen sin llegar a todos los rincones, y las calles aún muestran las cicatrices del desastre.
Una de las habitantes que volvió siete meses después del desastre, vive con su hija con discapacidad en una casa apenas reparada. Sobreviven del reciclaje y de la caridad. “No tenemos luz y vivimos solo con velitas”, dice, con la resignación de quien ya ha dejado de esperar ayuda.
Otra sobreviviente, lo resume con crudeza: “La mitad del barrio se fue, sobrinos míos, mi cuñada y sus papás fallecieron. Tenemos miedo, pero la situación económica nos obliga a estar aquí”. El expresidente Guillermo Lasso prometió reconstrucción, 600 viviendas, la restauración de la vía E-35 y ocho millones de dólares para recuperar la zona.
También anunció la construcción de un hospital. Nada de eso se ha cumplido. Con las elecciones en el horizonte, los habitantes de Alausí esperan que el próximo presidente o presidenta de Ecuador no repita la indiferencia de sus predecesores.