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miércoles, abril 30, 2025

Anticipar lo peor

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Por: Carlos Freile

Julien Freund afirmaba que el mandato básico para todo actor en el ámbito político es el siguiente: “En política hay que anticipar no lo mejor, sino lo peor, para que eso peor no suceda”. En la situación en que nos encontramos los ecuatorianos deberíamos poner en práctica esta idea, aunque se nos acuse de pesimistas. Abocados a elecciones presidenciales en pocos días, tenemos la obligación de anticipar los peores escenarios según quien las gane. No hay otro medio, ni remedio, para evitar el descalabro de este trozo de geografía habitado por seres humanos desarticulados identificado en los mapas como Ecuador.

No se trata de elegir el mal menor, convenzámonos de esto, sino de evitar el mal mayor (no caigamos en la trampa de ver en esta frase un mero juego de palabras): ¿qué puede suceder si triunfa cierta candidatura, a qué destino nos puede llevar? Actuemos de manera racional, no emocional (en esta página de La Hora, Rosalía Arteaga nos alertaba con sabiduría contra la “emocracia”), busquemos un marco referencial para poder discernir el mal mayor. El mismo Freund lo señala: “La experiencia es el terreno en el que el juicio encuentra su materia y se educa”. Adoptemos una conducta madura, lejos de las adolescencias sociales y analicemos el pasado real, insisto, real, no ficticio, de la agrupación política que auspicia a una candidatura y ya gobernó este espacio geográfico: allí está la materia prima para nuestros análisis y juicios, no en los discursos y promesas.

Los filósofos medievales (tan desconocidos como Freund) sostenían que “contra los hechos no valen los argumentos”. Esos políticos despilfarraron la riqueza nacional, trataron al estado como un bien patrimonial del cual beneficiarse como si hubiese sido herencia feudal, entregaron la economía a mafiosos y traficantes, establecieron tablas de consumo de drogas, llenaron la cultura de mentiras y la historia de falsedades, pervirtieron las normas básicas de la convivencia humana… Y podríamos seguir. De esa experiencia innegable debemos partir para educar nuestro juicio; de allí sacaremos la consecuencia ineludible: si queremos impedir que suceda lo peor no apoyemos a quien ha colaborado en esa construcción de podredumbre porque si tiene la oportunidad repetirá sin rubor su conducta.

No basta con recordar los acontecimientos desastrosos de la década cancerígena, debemos ahondar racionalmente en ellos y su significado, pues nos enseña don Luigi Giussani: “Lo que caracteriza a la experiencia es el entender una cosa, el descubrimiento de su sentido. La experiencia implica, por tanto, la inteligencia del sentido de las cosas”. No basta con identificar “lo peor”, hace falta descubrir los propósitos escondidos, los proyectos a largo plazo; pero también las raíces conceptuales y fácticas de todo ello, solo así podremos evitar que lo peor regrese y se quede para largos y obscuros años.

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