Como es conocido, el debate es una técnica de comunicación que consiste en la confrontación de ideas u opiniones diferentes, a veces contrapuestas, sobre un tema determinado. En el ámbito político, el debate, fundamentalmente, es un espacio democrático donde los finalistas de una campaña electoral que aspiran a gobernar un país confrontan, más allá de la controversia, polémica y discusión, puntos de vista, ideas, proyectos, programas de gobierno, con respeto, cultura y educación. Lo hacen bajo la conducción de un moderador con normas y tiempos de participación establecidos previamente, y donde los debatientes deben evitar a toda costa la mentira, la falsificación de datos, la manipulación de la información, así como la ironía, la exageración, la imprecisión y obscuridad de ideas.
El esquema trazado, que nada tuvo de debate, no permitió que los protagonistas desarrollaran en extenso, los ejes temáticos propuestos. Al parecer, no respondió a las expectativas ciudadanas. De hecho, los cinco ejes temáticos: educación, salud y seguridad social, criminalidad y seguridad, economía y empleo, y gobernabilidad no fueron abordados con profundidad. El famoso Comité Nacional de Debates no logró configurar un esquema apropiado para ello, pues, sea por el formato del debate o por la actitud de los debatientes, los electores perdieron la oportunidad y el derecho de conocer el pensamiento político, los planes y programas, las propuestas, los fundamentos y motivaciones de los candidatos frente a los destinos patrios. Y la moderadora, una periodista de brillante trayectoria, se convirtió en una suerte de autómata para señalar tiempos y turnos, sin posibilidad de generar alguna iniciativa.
Lamentablemente, este espacio democrático, por poco, no se convirtió en una pérdida de tiempo y una tomadura de pelo a los electores a quienes, posiblemente, les quedó resonando aquello de “Majadero, a mí me respetas” o la expresión “Rana René”. Los telespectadores del debate no pudieron avizorar, descubrir, entre otras cosas, la calidad humana, el espíritu cívico, las convicciones democráticas, la tolerancia de su futuro mandatario y sus verdaderas intenciones políticas en la conducción del Estado.
De suerte que, si tratare de establecer perdedores y ganadores del debate, está claro que el principal perdedor fue el electorado que, probablemente, no fue satisfecho en las expectativas propias de un evento de esta dimensión. Pero, ciertamente, el gran perdedor fue el Comité Nacional de Debates que no logró articular el evento de manera adecuada para la ocasión.