Por: Eduardo Díaz A.
La mentira, aparte de ser un fenómeno lingüístico, es en realidad un fenómeno social que socava la democracia y la alta política, y esto implica a las expresiones que no corresponden con la realidad.
¿Y, por qué lo digo?
Porque ahora resulta que como el dólar es, más popular que un partido político, quieren hacerlo ver como si estuvieran a favor de lo que ni ellos comulgan, ni creen, y eso es precisamente la carga semántica, porque es una mentira oficiosa, que no es más que, decir lo que se quiere escuchar para agradar a la sociedad, la colectividad y sus votantes en época electoral.
En las teorías, sobre los tratados de “la mentira” se conceptualizan las dimensiones sobre la reflexión panorámica de la mentira, conceptos afines con el secreto y la ficción de la forma más totalizante posible.
Y, es que la filosofía del lenguaje, la teoría de la argumentación, el derecho, la filosofía política, la reflexión moral, la metodología científica y, hasta cierto punto, la literatura, nos ponen frente al panorama mendaciológico, surtido por la carga de los “políticos mendaces” mentirosos y facinerosos.
En cinco líneas, hay que evitar caer en la tentativa de vulgarizar la política y caer en el juego de los “camastrones”, porque la mentira y la teoría de los actos lingüísticos, nos precisa que la mentira “es una expresión o manifestación conscientemente contraria a la verdad que por lo común ocasiona el engaño del prójimo”
Frente a ello, no caigamos en ese juego de la “estrategia de la cortesía verbal”, cuando sabemos que se hacen afirmaciones falsas para ganar adeptos.
La verdadera inteligencia está, en saber distanciarse de ellos, de quienes, con una carga semántica, profieren mentiras oficiosas.