Comisión de la Asamblea sin trabajar cinco meses

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Es paradógico.  Es algo extraño, opuesto a la común opinión y al sentir del pueblo ecuatoriano. Es inverosímil  lo ocurrido en la Asamblea, específicamente en la llamada  Comisión Permanente de Derechos de los Trabajadores , donde, asombrosamente,  se ha dejado de trabajar   durante  largos cinco meses por diferencias internas, a pesar de lo cual se  gastaron miles de dólares del pueblo ecuatoriano.

La presidenta  de esa mesa legislativa había expresado en varias ocasiones que no renunciaría a ser titular, pese a que ocho legisladores de esa comisión insistían en su renuncia. “En mi vida no renunciaré a defender los derechos de los trabajadores. No renunciaré a defender los derechos de los obreros, de las mujeres trabajadoras, del trabajador informal. Eso ha sido una consigna de vida, por lo tanto difícilmente a mi me obligarán a renunciar”, había dicho.  Pero finalmente,  declinó a lo que más parecía un capricho personal  que una convicción política.

Estos “lujos”, estos caprichos impidieron que se aborden temas importantes, trascendentes, de gran contenido social como  el Código del Trabajo, las reformas a la Ley de Seguridad Social, entre otros, tomando en cuenta que hay expectativa nacional, más cuando el gobierno está a punto de enviar  el proyecto  de  las reformas laborales. El hecho de que no se haya laborado casi medio año en una comisión de tanta trascendencia social,  da la medida del grado de responsabilidad, no solo en los miembros de la Comisión, sino también en el  Consejo de Administración Legislativa (CAL)  y en la misma  Asamblea Nacional de Ecuador que se cruzó  de brazos ante tamaña irresponsabilidad.

Si esto ocurriese en otros organismo de la estructura  estatal;  es decir, si las comisiones de los consejos provinciales, de los concejos municipales, de las juntas parroquiales y de otros niveles de la administración pública y privada, dejasen de trabajar por ese lapso,  sería altamente perjudicial para el marcha y el avance corporativo; pero como tamaña anomalía  se dio en el parlamento nacional, ahí no ocurrió nada. Como no ocurrió nada cuando más de cincuenta asambleístas negaron  el tratamiento  del proyecto de ley que exigía la  devolución de los latrocinios, porque seguramente en su fuero interno rumiaban: A nosotros,  lo robado y lo saqueado no nos quita nadie

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