Por: Wellington Toapanta
Casi 5 millones de ecuatorianos carecen de empleo directo, consecuencia de las persistentes contradicciones políticas, económicas, en las que unas han bloqueado a otras deteniendo medidas conducentes a impulsar procesos relacionados con desarrollo y bienestar.
Son diversos los ejemplos, pero ahora no existen luces claras y se desaprovecha el binomio Ejecutivo-Legislativo para propiciar confianza, dinamia, entornos favorables para inversiones nacionales y extranjeras, solo el contradictorio cese de la Secretaría de Inversiones Público-Privadas, que empezaba rutas similares de sus pares colombiana y chilena.
Sucesos de la década de 1950, de estabilidad política, muestran que el PIB creció al promedio anual del 6,1% entre 1950 y 1954; inició el modelo cepalino de sustitución de importaciones bajo paraguas de las noveles Junta Nacional de Planificación, la Ley de Fomento Industrial, soportes de economía mixta planificada, de unión del Estado con la empresa privada.
La Provincia de El Oro fue eje de inversiones y empleo, destino usual de migrantes nacionales y extranjeros, Machala fue descrita como “capital bananera del mundo”, al cabotaje desde Puerto Bolívar a Guayaquil lo desplazó la carretera, el Puente Unidad Nacional completó la integración en 1970.
La evocación muestra que desarrollo y bienestar son posibles con dirigencia política, empresarial y social capaz de mancomunar objetivos de aprovechar riquezas naturales, producción primaria, valor agregado, servicios, obviando sectores contradictorios que solo escalan exigencias de subsidios, derechos, no salud productiva y humana.
El país tiene medios suficientes para superar crisis de empleo, abandonar estados de pobreza, ofrecer empleo directo a más de 5 millones desempleados en minería, petróleo, industria, agricultura, agroindustria, servicios, turismo; otro bastión es establecer el sistema ferroviario multimodal, para el que están atentos inversionistas locales e internacionales.