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viernes, mayo 2, 2025

Debate: mal formato y mal llevado

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Por: Salvatore Foti

Se supone que el debate presidencial, y más aún aquel que definiría la segunda vuelta y, por ende, el destino del país, debe servir para que la ciudadanía llegue informada sobre las propuestas y la capacidad de los candidatos.

Sin embargo, este debate ha demostrado, una vez más, ser una burla para los ecuatorianos, pues su formato es básico y limitante, censurando y perjudicando de manera inaceptable a la misma democracia.

Los candidatos no pueden expresar todo lo que quisieran y, como resultado, nos quedamos con preguntas sin respuesta o con afirmaciones temerarias y mentiras que no pueden ser contrastadas.

Para mal de todos, terminan quedando en ridículo: los candidatos, la moderadora –que parece un simple adorno–, y, lo peor de todo, los electores, que quedan completamente desinformados. Esto es inadmisible.

Me gustaría saber quiénes decidieron, de manera antidemocrática y hasta arbitraria, este nefasto e impresentable formato. Lo que vimos ayer fue uno de los peores escenarios posibles: dos candidatos enfrascados en acusaciones mutuas, algunas incluso temerarias, sin exponernos sus proyectos y aspiraciones.

Nada concreto, todo superficial y hasta improvisado.

Si se preguntaba sobre educación, se hablaba de tablas de droga (además de no tener nada que ver con la educación, ya no forma parte de nuestra legislación) o de los sándwiches que supuestamente vendería la tía de uno de los candidatos en las escuelas. Es decir, temas irrelevantes, mientras el colapso total del sistema educativo sigue ignorado.

Ayer asistimos a un mal llamado debate que solo contribuye al caos y la inestabilidad del país.

Ya es hora de cambiar las reglas y las autoridades del CNE, que con su ambigüedad no hacen más que profundizar y generalizar este caos. Esperemos que el proceso electoral sea llevado de mejor manera que la tortura comunicacional a la que nos sometieron ayer.

El país necesita librarse de tanta mediocridad disfrazada de arrogancia intelectual y, en algunos casos, hasta de superioridad intelectual o de ‘linaje’. Así de pobre es el nivel de quienes nos imponen las supuestas reglas democráticas.

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