Se sabe que en todos los países del mundo democrático, los parlamentos, los congresos, las cámaras no gozan de mucha aceptación popular y credibilidad. Nuestra Asamblea Nacional no es la eCcepción. Así lo confirma un sondeo de CEDATOS (Junio de 2018) que nos revela que la aprobación de la Asamblea Nacional estaba en el 33.4% y la credibilidad en los asambleístas, en el 22.8%.
Sin duda, estas cifras se habrían ido al suelo si las asambleístas Sofía Espín (RC) y Norma Vallejo (AP), investigadas por incompatibilidad de funciones, no habrían sido destituidas con 70 votos del Pleno, entre los que no estaba el voto de nuestro Asambleísta por Chimborazo, Hermuy Calle. Al parecer, a algunos legisladores más les preocupan los intereses político-partidistas que los grandes problemas del pueblo ecuatoriano, entre otros la corrupción.
La separación de las dos asambleístas se inscribe en la decisión de depuración de la Asamblea y una actitud consecuente “con el sentir de los ecuatorianos en la lucha contra la corrupción y la impunidad”, según afirmación del presidente Lenín Moreno.
Por otra parte, cabe reconocer que la Asamblea bajo la presidencia de nuestra coterránea Elizabeth Cabezas, en coordinación con el actual Consejo de Administración de la Legislatura (CAL), vienen trabajando en el tema de la depuración del parlamento. En este empeño político, se inscribe la presentación de la Agenda Nacional por la Gobernabilidad que ha merecido el apoyo del presidente Moreno, de algunos sectores políticos, sociales académicos y productivos.
Resarcir, reparar la imagen de la Asamblea tan venida a menos por su entreguismo al gobernante, por un déficit marcado en temas de fiscalización donde la CAL se encargó de represar toda iniciativa, es ahora, una tarea cuesta arriba que debe continuar con el esfuerzo y patriotismo de todos los asambleístas, más allá de las legítimas diferencias ideológicas y políticas.