Por: Beatriz Viteri Naranjo
La educación integral combina el desarrollo académico con el crecimiento personal, emocional y social, por ello es importante que los jóvenes participen en actividades culturales como complemento a su formación tradicional; por cuanto, en un mundo cada vez más digitalizado, competitivo y cambiante, la educación formal, centrada en materias, como química, física, matemáticas, o literatura, ya no es suficiente para formar ciudadanos preparados para los retos del siglo XXI; por lo que, los gobiernos, familias y educadores, reconocen el valor de la educación integral.
Las actividades culturales, como la música, danza, teatro, artes plásticas, la lectura, la escritura creativa, la gastronomía, o las tradiciones populares, incentivan a los jóvenes a hacer cosas diferentes, a sorprenderse a sí mismos con lo que pueden lograr; ya que además de expresar sus ideas, conocer lo valiosos y creativos que son, comprenden mejor su entorno y construyen su identidad, porque más que un simple pasatiempo, la cultura es una herramienta educativa poderosa que puede transformar vidas.
La cultura es una parte esencial de lo que somos como seres humanos; proporciona experiencias que enriquecen el espíritu y amplían la visión del mundo; de ahí la importancia de involucrar a los jóvenes en actividades culturales, porque es darles espacios para explorar su creatividad, fortalecer su autoestima, y desarrollar su pensamiento crítico; ya que, es muy frecuente que, la educación formal tiende a valorar únicamente el rendimiento académico, dejando a un lado, habilidades fundamentales como la empatía, la comunicación o la sensibilidad estética; y es precisamente esos vacíos que llenan las actividades culturales.
Muchos estudios demuestran que la práctica artística ayuda a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, porque el arte es una forma de canalizar emociones, de sanar heridas invisibles y de encontrar sentido en momentos de crisis. De manera particular cuando se realizan en grupo, porque ello promueve la cooperación, la responsabilidad compartida y el respeto a las diferencias; sin duda, el trabajo en equipo enseña valores de convivencia esenciales.
En el Ecuador, la Constitución de 2008 introdujo el concepto de “Buen Vivir” (Sumak Kawsay) como eje fundamental del desarrollo y la convivencia, ubicando en el centro, al ser humano, la naturaleza y la vida digna en armonía.
Dentro de este marco, se reconocen una serie de derechos integrales e interdependientes, que forman parte de una nueva visión de ciudadanía; entre ellos destacan los derechos del Buen Vivir, agrupados en ámbitos como la salud, el ambiente, la comunicación, la educación y la cultura; de ahí que, el derecho a una educación de calidad, inclusiva y con sentido intercultural, como medio para el desarrollo individual y colectivo, no se trata de una educación meramente técnica o académica, sino integral, que promueva valores, pensamiento crítico y sensibilidad social.
Enlazar el derecho a la cultura con el derecho a la educación no es solo un mandato constitucional, sino una necesidad para formar ciudadanos libres, creativos y comprometidos con la diversidad y la justicia social. ¡Educar con cultura es educar con identidad!