Por: Pablo Granja
Bertolt Brecht (1898 – 1956), fue uno de los dramaturgos y poetas alemanes más destacados del siglo XX. Su frase “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, refleja la necesidad de que en cada época y en cada geografía existan personas que enfrenten con firmeza y decisión a la corrupción y al crimen organizado; en una inacabable lucha del bien contra el mal que ha sido narrada por la religión, la historia, el mito o la leyenda. También ocurre que los héroes del momento se convierten en leyendas que se enriquecen con la admiración que despiertan entre sus contemporáneos.
¡Y el mérito es mayor cuando quien protagoniza actos heroicos triunfa contra toda adversidad!
Diana Salazar Méndez, nació en Ibarra en 1981, se trasladó a Quito en donde estudió Jurisprudencia en la Universidad Central del Ecuador. Amplió sus conocimientos en Derecho Procesal, Derechos Humanos y Derecho Penal Económico. Iniciada como amanuense en 2001 ascendió a fiscal en 2011, haciéndose conocer por sus investigaciones en casos emblemáticos de corrupción, como establecer las evidencias en contra del vicepresidente Jorge Glas, cuando el correísmo confiaba y controlaba totalmente la estructura de poder que había construido durante una década de autoritarismo, demagogia y espejismos. Las mentiras represadas empezaron a agrietarse cuando el minimizado Lenín Moreno, escogido como encargado para tapar las trafasías, denunció ser víctima de un engaño al no existir la tal “mesa servida”.
Los que diseñaron un sistema de cooptación de las instituciones que asegurarían su impunidad, jamás se imaginaron que una de ellas, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, escogería a quien se convirtió en su peor pesadilla. Diana Salazar resultó ser la mejor puntuada para ser nombrada fiscal general, a partir de lo cual se empezaron a estrechar los linderos de la impunidad dentro de los que coexistían los sectores más protegidos del poder corrupto y corruptor, que con el tiempo se conoció que había planificado la desaparición de dos adalides de la lucha contra la delincuencia organizada. Aunque lograron asesinar a Fernando Villavicencio, Diana no se amedrentó y perseveró en la limpieza moral que el país necesita.
Su firmeza, valentía y eficacia –que le llevó a ser catalogada como una de las 100 mujeres más importantes a nivel mundial- son legados de lucha de la fuerza moral en contra de la miseria más deslegitimada, que mojigatamente ha llegado a cuestionarla hasta por ser afrodescendiente y mujer, en un país que quiere dejar atrás la corrupción parapetada en una retórica mentirosa.
Hubiéramos querido que dure indefinidamente, pero, por las razones que sean, ha decidido retirarse de sus funciones. Su obra perdurará y servirá de ejemplo hacia las futuras generaciones porque hay despedidas que no significan ausencia