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martes, febrero 18, 2025

“Despejando los ruidos que impiden la meditación”

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Por: Lisandro Prieto Femenía

“El ser necesita del hombre para ser resguardado, no como objeto de posesión, sino como aquello que otorga sentido” (Heidegger, 1997, p. 61).

Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un aspecto presente en la obra titulada “Meditación” (“Besinnung”), escrita por Martin Heidegger entre 1938 y 1939, publicada póstumamente en 1997, en la que el autor profundiza en sus preocupaciones sobre la técnica, la modernidad y su impacto en la relación del ser humano con el mundo. Este texto, aunque menos popular que “Ser y tiempo” (1927), es una pieza central para comprender la transición de Heidegger hacia su análisis más maduro sobre la esencia de la técnica y el pensar meditativo, escrita en una Europa marcada por la crisis existencial y política que culminaría en la Segunda Guerra Mundial.

Intentar comprender el carácter instrumental de la técnica es crucial, aún hoy, para tener en cuenta la propuesta alternativa que Heidegger nos brinda: la posibilidad de un pensar que vaya más allá del cálculo y permita una relación más auténtica con el ser. No es casual la elección de este tema en la actualidad, puesto que vivimos en un mundo cada vez más dominado por el avance tecnológico y la lógica de la eficiencia que se contrapone casi directamente a la meditación: Heidegger nos desafía a mirar más allá de ese pensamiento calculador que prevalece en la modernidad-posmodernidad, para recuperar un tipo de pensar más profundo que permita reconfigurar nuestra relación con el ser y con el mundo.

Ahora bien, querido lector, es preciso que nos preguntemos: ¿Qué es la técnica? En “Meditación” (1997), Heidegger la presenta como algo que trasciende el simple conjunto de herramientas o medios para alcanzar fines. Según él, la técnica moderna representa un modo específico de desvelamiento (Entbergung), es decir, un proceso mediante el cual el ser se muestra al ser humano. Sin embargo, este develamiento es, paradójicamente, un enmascaramiento, puesto que la técnica no sólo condiciona cómo percibimos el mundo, sino que también limita nuestra comprensión del ser en su totalidad.

Este posicionamiento de Heidegger respecto de la técnica revela la visión inexorablemente macabra de la misma: el mundo no es tanto un conjunto de cosas con sus propios significados intrínsecos, sino una reserva de recursos disponibles para ser explotados. Este fenómeno, que describe como “Gestell” (estructura de emplazamiento), reduce todo a meros instrumentos al servicio de la utilidad y la eficiencia: el ser humano, bajo esta lógica, deja de relacionarse con su mundo desde una perspectiva contemplativa y abierta, sino que adopta un enfoque estrictamente instrumental y calculador que cosifica tanto a las cosas como a las personas. ¿Les suena conocida la canción?

“La técnica no es únicamente un hacer; la técnica es un modo de desocultamiento. Allí donde domina la técnica, la verdad misma como desocultamiento se transforma” (Heidegger, 1997, p. 19).

El “enmascaramiento” del ser que produce la técnica moderna radica, pues, en  que oculta otras posibilidades de desvelamiento. Justamente por ello, Heidegger advierte que esta forma de relacionarnos con el mundo se ha vuelto tan predominante que amenaza con excluir otro modo de pensar o ser. En este sentido, la técnica no es neutral, ya que condiciona nuestra percepción de la realidad y redefine nuestras prioridades existenciales, subordinadas al dominio de lo útil y lo eficiente (y eso que Heidegger jamás llegó a conocer los famosos algoritmos de las redes sociales)…

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