Dicotomía política: derecha izquierda

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Desde el punto de vista filosófico, la dicotomía es el método de clasificación en que las divisiones y subdivisiones solo tienen dos partes. Si aplicamos este método al ámbito de los partidos políticos, nos encontramos con partidos de izquierda y de derecha, cada uno con sus peculiaridades, calificativos, autodefiniciones, acciones y estrategias para la conquista del poder que es lo que, única y finalmente, les interesa.

Los partidos de izquierda se consideran aliados de las clases desposeídas, gustan de llamarse, honestos, progresistas, ecologistas, defensores de los derechos humanos y están convencidos que en sus filas militan de preferencia gente culta; anatemizan a los ricos acusándolos de explotadores, causantes de la pobreza del pueblo. Los líderes de estos partidos, generalmente populistas, predican la igualdad de los ciudadanos y consideran que el Estado debe ser un buen recaudador y generoso distribuidor de la riqueza nacional. Son muy creativos a la hora de construir lemas publicitarios que logran convencer con soluciones mágicas con fuerte carga de demagogia.

Los partidos de derecha no se sienten muy orgullosos de estar en ese lado y no es difícil que prefieran ubicarse en el centro del espectro político. Generalmente, a sus líderes se los asocia con el poder económico, la banca, la industria, en definitiva, la riqueza. En el imaginario colectivo prevalece la idea de que los políticos de derecha son insaciables en la acumulación de la riqueza que ya la tienen cuando llegan al poder; y por consiguiente, son más ladrones y corruptos.

Latinoamérica ha tenido gobiernos de derecha e izquierda y ambos  sectores, en la mayoría de los casos han traicionado a sus electores. En la última década, los gobernantes de la izquierda latinoamericana han terminado sucumbiendo a la ambición y corrupción, a la sed de perpetuarse en el poder, posiblemente con una sola excepción que confirma la regla: José Mujica, expresidente del Uruguay, quien prefirió “vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad” y nos recordó que no importa el color del gato, lo importante es que cae ratones. Es decir,  que los gobernantes sean honestos, democráticos, eficaces y eficientes.

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