POLÍTICA
En un giro inesperado en la política estadounidense, Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca al derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris, quien fue la candidata del Partido Demócrata tras la retirada del presidente Joe Biden.

Trump, con una plataforma que apeló a la preocupación por la inmigración y la economía, aseguró una ajustada pero decisiva victoria en las elecciones de 2024. Este regreso marca un momento histórico al ser el primer expresidente en ganar nuevamente la presidencia después de haberla perdido, un fenómeno que no ocurría desde el siglo XIX.
La campaña de Trump fue un caldero de promesas disruptivas que calaron en millones de votantes cansados de lo que perciben como una élite política desconectada. Su mensaje de proteger la frontera, elevar la producción local mediante aranceles y alejar a Estados Unidos de conflictos internacionales fue un bálsamo para aquellos que ven amenazado el llamado “sueño americano”. Con esta segunda administración, Trump promete un cambio profundo en el rumbo del país, alejándose de la globalización y reforzando una política de “Estados Unidos primero” en todos los frentes.
Victoria entre desafíos judiciales y políticos
El camino de Trump de regreso a la Casa Blanca no fue sencillo. A pesar de enfrentar múltiples acusaciones penales y haberse convertido en el primer expresidente en ser condenado, Trump superó cada obstáculo con una mezcla de habilidad mediática y mensajes que encendieron a sus seguidores. La campaña de Harris intentó en vano posicionarlo como una amenaza para la democracia, subrayando sus tendencias autoritarias y su negativa a aceptar los resultados de las elecciones anteriores. Sin embargo, para gran parte del electorado, estas advertencias no fueron suficientes.

En su discurso de victoria desde Florida, Trump proclamó que su triunfo representa “el mayor movimiento político de todos los tiempos”, asegurando que asume el mandato con una fuerza “sin precedentes”. La retórica de su campaña, cargada de promesas de “retribución” y ajustes de cuentas con sus opositores, subraya que su próximo periodo presidencial no será tradicional.
Una nueva era de incertidumbre en la política exterior
Trump ha dejado claro que planea reducir el compromiso de Estados Unidos en conflictos internacionales, como la guerra en Ucrania y las tensiones en Medio Oriente, lo que podría afectar alianzas de larga data como la OTAN. En sus discursos, reiteró su intención de alejar a EE. UU. de la política internacional y centrarse en el bienestar económico nacional, aunque esta postura despierta preocupación sobre el papel de EE. UU. en la estabilidad global.
Una campaña feroz y divisiva
La contienda con Harris fue particularmente dura. Trump no dudó en atacar la identidad y capacidad de su oponente en términos personales y políticos, ganando simpatía entre sectores tradicionalmente demócratas, incluidos votantes de origen latino y afroamericano de clase trabajadora. Estos grupos, atraídos por su retórica económica y sus críticas al establishment, parecen haber dado el empujón final que necesitaba para ganar estados clave como Pensilvania y Georgia, asegurando así los 270 votos electorales necesarios.
Retos en la política nacional
En la arena doméstica, la victoria de Trump podría desencadenar una serie de cambios en políticas migratorias y económicas, así como en temas sociales sensibles. Ha prometido implementar la mayor ola de deportaciones en la historia del país y dejar la regulación del aborto en manos de los estados, una estrategia que busca atraer el apoyo de votantes conservadores y de aquellos preocupados por el papel del gobierno en cuestiones personales.
Sin embargo, su segundo mandato no será fácil. Aunque los republicanos aseguraron el control del Senado y obtuvieron una mayoría limitada en la Cámara de Representantes, el Congreso se perfila como un escenario de constantes choques entre republicanos y demócratas en los próximos años.
La victoria de Trump marca el inicio de una etapa impredecible en la política de Estados Unidos. Su retorno al poder abre interrogantes sobre el futuro de la democracia en el país y el papel de EE. UU. en el escenario global. Los próximos años serán un test para la estabilidad de las instituciones democráticas y para un país profundamente dividido, en el que una mitad celebra el regreso de su líder, mientras la otra teme por el destino de sus derechos y su seguridad.