Por: José Alvear
El país se manifestó en las últimas elecciones y nos dejó un mensaje claro. Está partido en dos visiones, anticorreísmo y el antinoboísmo que bien podría denominarse anti status quo, anti Gobierno, anti inseguridad. La diferencia entre los unos y los otros son 20 mil votos.
Los mensajes de la derecha y seudo libertarios no calaron nada.
El mensaje de fondo es que el país está dividido y eso garantiza su ingobernabilidad. La tarea del candidato que gane la segunda vuelta es durísima y quizás deba convocar una constituyente para destrabar la situación actual.
Otra triste lección que deja la última elección es que el Estado dio dinero a los candidatos para que hagan un papelón (salvo los primeros cuatro, los 12 restantes no sumaron 8% de aceptación; en muchos casos, no llegaron al 1%.
Los hechos hablan por sí solos. Es el momento de plantear que todos los aspirantes a Carondelet financien sus propias campañas, al menos en primera vuelta.
De la misma forma, estamos a las puertas del funeral político de tradicionales organizaciones como el Partido Social Cristiano, cuyo “heredero” lo administró tan mal que lo liquidó conjuntamente con su carrera de dirigente político con estilo caudillista. El mismo camino sigue la Izquierda Democrática que se muere con sus dirigentes y su mensaje ortodoxo totalmente distante del pensar de millennials y centennials. Es un claro ejemplo de que los políticos no han logrado conectar con el sentir ciudadano, priorizando siempre las encuestas.
Esperemos que el debate del 7 de abril sea de altura y con propuestas que lleven al Ecuador y sus ciudadanos a mejores días. Que no se dé cabida al baratillo de ofertas socialistas, y el candidato-presidente muestre menos arrogancia y más planteo de ofertas reales y pragmáticas.
La ciudadanía está triste, decepcionada, porque al final del día por más que lo griten a los cuatro vientos, no hay un nuevo Ecuador. Queremos volver a aquellos días en los que no nos secuestraban ni nos mataban.
Queremos un Presidente con los pies firmes en la realidad lejos de las focas cortesanas que solo saben aplaudir por interés.
Queremos un estadista que se inmole sin cálculos políticos priorizando siempre los intereses del país y sus ciudadanos.