EDITORIAL: Todos somos perdedores

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Todos somos perdedores

El paro indígena de 2019 duró 12 días, cuando, tras bastidores actuaron falsos liderazgos a base de dólares de la corrupción e infiltrados con identificación castro chavista para causar la suspensión de educación de millones de niños y adolescentes, cuando hubo policías heridos, suspensión de servicios básicos, militares secuestrados, tanquetas del Ejército, automotores públicos y privados incendiados; almacenes saqueados, servicio de transporte anulado, micro, medianas y grandes empresas paralizadas, elevación de precios de primera necesidad, daños físicos y psicológicos causados, lágrimas y sangre derramadas, suspensión de la acción humanitaria de la Cruz Roja; en fin, violencia, destrucción y vandalismo nunca antes visto. Hoy, al cumplirse 12 días de paralización nacional, el escenario parece repetirse y, en algunos casos como lo ocurrido en Puyo, superarse

Pero más allá de la legitimidad de la protesta y sus estrategias, de sus logros y debilidades, de la penetración del vandalismo político, que pone el brazo de la destrucción y el odio desestabilizador, nos deja la convicción que la única receta para la erradicación de la pobreza es el trabajo cotidiano, el esfuerzo sostenido a partir de una educación nacional con altos estándares de calidad.  Pero más allá de la batalla campal de estos días, donde todos somos perdedores, está el destino nacional de iniciar sin tregua la guerra total contra la pobreza y la corrupción y todas sus devastadoras secuelas.

La mayor parte de la población indígena, a excepción de sus líderes, se encuentra en situación de extrema pobreza, y este sector, en 2019 y ahora en 2022, incendia la nación con su fuerza combativa impredecible, precisamente como parte de un proceso para salir de su condición de pobres.

Luego de los azarosos días de protesta en el país, el pueblo ecuatoriano espera fervientemente que, a partir del diálogo, se fortalezca la cultura de paz, de trabajo, respeto, solidaridad, disciplina, justicia, honor, lealtad   como marco democrático para generar el bienestar nacional.

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