Por: José Alvear
La agrupación liderada por Marco Enríquez-Ominami enfrenta el momento más complejo desde su fundación en julio de 2019.
La agrupación de líderes progresistas liderada por Marco Omandini, pasa por un momento de alta tensión, marcado por las críticas y divisiones internas en torno a su rol en las elecciones presidenciales en Venezuela y Ecuador. A eso se suma la denuncia en contra del expresidente argentino por violencia de género presentada por su expareja, una situación que contradice la apertura y respeto que profesan al género femenino.
Su cuestionado silencio ante lo sucedido en Venezuela o Nicaragua o Ecuador genera que pierdan credibilidad. Los triunfos electorales de Luis Arce (MAS) en Bolivia, tras un año de convulsiones durante la presidencia interina de Jeanine Áñez, los del kirchnerista Alberto Fernández en Argentina, que luego se vieron diluidos por la llegada arrasadora del libertario Javier Milei.
En México el poder sigue siendo de la izquierda. Primero, Andrés Manuel López Obrador y después la continuidad del modelo con Claudia Sheinbaum.
Ellos tenían la misión de abanderar el resurgimiento de un movimiento progresista regional. Sin embargo, llama la atención el manejo autoritario y cuestionados por la Justicia, que en muchos casos ha llegado al final de sus procesos con sentencias, así como su manejo poco democrático al no querer reconocer derrotas electorales de amplio margen, como sucedió en Ecuador en las últimas semanas, pero incoherentemente se desviven tratando de legitimar a Maduro, por un triunfo en un proceso nada claro. Lo que sí está claro es el atentado contra los derechos humanos en el hermano país.
Parecería ser que México, país donde tiene su origen el grupo de Puebla, se convirtió en el principal protector de delincuentes sentenciados de Ecuador, donde dieron cabida en la misma Embajada de México al exvicepresidente sentenciado por casos de corrupción, Jorge Glas. Incluso han dado asilo a toda una generación de autodenominados políticos inmiscuidos en casos de corrupción al más alto nivel y con sentencias en firme.
Entonces surge la reflexión, ¿qué es realmente el grupo de Puebla? ¿Un organismo socialista que trabaja en modelos de manejo de Estado o simplemente el escondite de extremistas inmiscuidos en casos de corrupción con sentencias?
El grupo de Puebla busca, en teoría, promover políticas progresistas en América Latina y de integración activistas y académicos de unos 12 países latinoamericanos y España. El grupo ha extendido su alcance a 17 países. La última en sumarse al grupo fue Claudia Sheinbaum.