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miércoles, abril 30, 2025

¡El mito de Sísifo, la futilidad y la política!

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La retrospectiva sobre la democracia participativa nos lleva a algo más de 9.000 años, cuando se crearon las primeras ciudades, y en esa conformación las sociedades se llamaron Estados, que dieron paso a las regiones y se convirtieron en imperios. La participación fomentó la transparencia, cuando se abrió paso con la transformación de la política que tuvo origen en Grecia, cuna de la democracia, donde el gobierno era ejercido por un consejo, elegido entre los ciudadanos.

Pero la ambición por el poder, siempre ha dado muestras de socavar la participación y la democracia, tal es así, que siglos después de esa gesta participativa donde nació la democracia, los romanos invadieron Grecia, y, esta terminó degenerando la democracia por dictaduras.

Cuál es, entonces la reflexión, ¿sobre la democracia y participación?

La inutilidad de la baja política y la trivialidad ciudadana, porque bajo esas dos premisas, se ha convertido la participación en acciones sin sentir y sin sentido, con actores que dejan impactos significativos sobre la escandalización pública, por arrogancia, ignorancia y corrupción, pero, también por la frialdad social, al permitirlo.

Parecería, que “El Mito de Sísifo”, se ha convertido en un símbolo que trasciende en el tiempo, y, esto, sobre la explicación de la lucha humana contra la futilidad y el absurdo de la existencia, porque en ese contexto de la mitología griega, Sísifo era un rey astuto y desafiante que engañó a los dioses en varias ocasiones, su astucia y arrogancia finalmente le valieron un castigo eterno impuesto por Zeus: “Debía empujar una roca gigante hasta la cima de una colina, solo para que la roca rodara de nuevo hacia abajo, forzándolo a comenzar de nuevo, en un ciclo interminable de esfuerzo y fracaso”.

Nuestra sociedad, parece haberse acostumbrado, a ese interminable juego del esfuerzo y fracaso, esperanzados por los demagogos, cuando nuestra única esperanza deben ser nuestras acciones ciudadanas; somos,  por y para nosotros, porque la baja política, está desprovista del sentido inherente sobre la calidad democrática; ya vivimos diez años de hiperpresidencialismo, muestra suficiente del despropósito de caer en la tentación de la “revolución” porque la democracia y libertad en el Ecuador penden de un hilo.

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