El negocio de la salud

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Por: Ricardo Hidalgo Ottolenghi

Hace cuarenta años, el director de una compañía farmacéutica dijo a la revista FORTUNE que “su sueño era producir medicamentos para las personas sanas y así vender a todo el mundo” Parece que aquel sueño se ha convertido en realidad y es hoy el motor de una maquinaria comercial de las más rentables del planeta.

De ahí a sacar titulares que asustan, para luego vender las soluciones, es una práctica muy común en nuestros días. Para muestra, un ejemplo:

 “El 40% de las mujeres y el 13% de los hombres de más de 50 años pueden padecer una fractura ósea por sufrir osteoporosis…”

Lo anterior es verdad. Pero no es toda la verdad, porque las estadísticas aunque sean técnicamente correctas están sesgadas al no establecer  categorías de riesgo, aumentando la percepción de que el problema es muy frecuente, tanto que puede ser considerado una nueva pandemia.

A esto, el periodista australiano Ray Moynihan  lo ha llamado  “tráfico de enfermedades” (disease mongering) al denunciar una estrategia de mercado que es muy exitosa: la ampliación de las fronteras de lo patológico  mediante la extensión de la enfermedad desde cuadros graves a mínimos síntomas, para engrosar las filas de consumidores que irán desde poblaciones sanas hasta los más afectados por la enfermedad.

Tomemos el ejemplo de la osteoporosis. La prueba que define este estado es la densitometría y lo hace por mera estadística: Si usted tiene una densidad ósea por debajo de la media (2 desviaciones estándar) entonces tiene osteoporosis. Si  la densidad  del hueso está por debajo de la media pero no llega a  2 desviaciones estándar  entonces tiene osteopenia (un estado fisiológico que en la población estudiada es debido a la edad). La osteoporosis es por tanto una “enfermedad estadística”. Pero es que ni siquiera es una enfermedad, en todo caso es un factor de riesgo de tener una fractura de la cadera o de una vértebra, que no  es el único ni el más importante, también influyen la edad, el hecho de tener escalones en casa o un baño no adaptado, lo que aumenta el riesgo de caídas en los ancianos.

A pesar de lo dicho, la osteoporosis se vende como una enfermedad: todas las personas con una densidad ósea inferior a cierto límite son consideradas enfermas. Pero, como el hueso pierde masa con la edad, tendrían pre osteoporosis (técnicamente, una osteopenia) el 40% de las mujeres de 50 a 59 años, el 60% de las de 60 a 69 y el 80% de las de 70 a 79 años.

¿Quién y cuándo debe hacerse una densitometría ósea y quién y cuándo debe recibir tratamiento? Éste es el debate abierto, porque no es lo mismo realizar una densitometría a todas las mujeres menopáusicas (lo que se llama un cribado poblacional) y tratar todos los casos de osteoporosis e incluso algunos de osteopenia, que mantener una actitud más prudente.

La prevención de las temidas fracturas tiene, obviamente, costes económicos que los paga el usuario. Así, para evitar una fractura de cadera en una mujer de 50 a 54 años hay que hacer una densitometría a 7.446 mujeres (cada prueba cuesta entre 20 y 50 dólares) y tratar a 227 mujeres (unos 500 dólares anuales por persona), mientras que para prevenir esa fractura en el grupo de edad de 70 a 74 años hay que hacer una densitometría a 254 mujeres y tratar a 51.

Lo que debe ser denunciado es que de un tiempo a esta parte, de  una manera muy hábil se está extendiendo el tratamiento a las mujeres con osteopenia (el 42% de las mujeres de 50-60 años), sugiriendo que “podría existir un beneficio si el tratamiento se inicia en estadios tempranos de la enfermedad”  Y esta recomendación se hace basándose en re análisis de datos de ensayos clínicos, una estrategia por lo menos cuestionable desde la óptica del método científico; además, la estadística está sesgada. En el caso de las mujeres con osteopenia, su riesgo de fractura es tan bajo que reducirlo un 75% es poco relevante: habría que medicar a 270 mujeres durante tres años sólo para evitar una fractura.

Los efectos secundarios de estos fármacos van desde la diarrea, problemas cardiovasculares y neurológicos, hasta una patología rara pero muy grave: la osteonecrosis mandibular asociada al uso de bifosfonatos (que ni siquiera se menciona en los prospectos o información para prescribir).

Desde siempre hemos escuchado decir que con  la salud no se juega, pero ya vemos que sí, tanto que se las ingenian para inventarse enfermedades y luego vendernos la solución, eso sí a precio de oro.

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