Mientras el irrespeto destruye, el respeto construye. Dentro de las normas que posibilitan una sana convivencia social , sin duda alguna, el respeto es una de las actitudes y comportamientos fundamentales porque en él se sustentan las bases de las relaciones en cualquier época y lugar; porque el respeto es una condición de equidad y justicia, de convivencia pacífica para vivir en armonía con las personas de nuestro entorno; porque en este valor humano se sustenta el reconocimiento del valor propio y de los derechos de los demás individuos del conglomerado social.
Con relación al respeto, hay una regla de oro entre los cristianos: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti” Y este punto de vista puede aplicarse inclusive a la naturaleza, pues faltarla al respeto, agredirla, depredarla traerá como consecuencia un desequilibrio ecológico y desastres naturales, pues no hay que olvidar que seres humanos, plantas, animales compartimos el mismo planeta.
No hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo, decía Albert Camus. El docente, el jefe, el líder, el que impone el respeto a base de amenazas, de imposiciones, de abuso de su espacio de poder, en la lógica de Camus, es un ser despreciable que no reconoce ni promueve los derechos de los demás, que no utiliza su liderazgo para comprender, aceptar y estimular a todos y hasta puede llegar al incumplimiento de las leyes y normas que rigen nuestra sociedad.