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lunes, mayo 12, 2025

El rol de una madre: pilar del amor y la vida

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Por: Beatriz Viteri Naranjo

Ser madre es mucho más que dar la vida; es entregarse sin medida, amar sin condiciones y estar siempre, aun cuando nadie más lo está; es abrazar con el alma, sanar con la mirada y guiar con el corazón; ser el refugio, fuerza, ternura y raíz; porque su rol no se limita a criar, sino a formar seres humanos con valores, con amor, con coraje; no solo da vida, sino que la transforma.

El rol de una madre es múltiple: es maestra sin título, psicóloga sin consulta, doctora sin receta, amiga sin condiciones; es fuerza en tiempos de debilidad, esperanza cuando todo parece perdido, porque tiene el don de hacer sentir seguridad solo con una palabra, o una mirada.

Ser madre no significa perfección, también dudan, se equivocan, se cansan; sin embargo, siguen adelante, porque su amor las impulsa a dar lo mejor de sí, aunque a veces no tengan nada más que dar; muchas veces sacrifican sueños, tiempos, para ver crecer a quienes aman más que a su propia vida, y lo hacen con una sonrisa, con esa dignidad serena que sólo tiene quien ama de verdad.

En el silencio de sus actos cotidianos está la grandeza de su rol; nadie ve los pensamientos que la desvelan por las noches, las preocupaciones que guarda para no preocupar a sus hijos, el esfuerzo que hace para ser fuerte, cuando todo dentro de ella quiere llorar; sin embargo, ahí está, con el alma entera al servicio de sus hijos.

Ser madre es una entrega constante, es amor convertido en acción, y lo hace sin esperar aplausos, sin buscar reconocimientos; muchas veces, sus esfuerzos son invisibles, sus logros no se celebran, su voz no se escucha, pero eso, no la detiene, porque una madre sabe que lo importante no es que el mundo la vea, sino que sus hijos estén bien.

También está la madre que cría sola, la que enfrenta la vida con valentía, sin otra compañía más que su amor y su determinación; está la madre que adopta, que elige amar sin importar la sangre; está la madre del corazón, la tía, la abuela, la hermana, la amiga que asumió ese rol por diversas circunstancias de la vida. Todas ellas merecen el mismo amor, respeto y agradecimiento, porque han dado lo más valioso que alguien puede dar, amor verdadero.

Cuando los hijos crecen y toman las riendas de su vida, la madre sigue ahí, con los brazos abiertos, lista para recibirlos cuando lo necesiten, porque el rol de la madre también evoluciona con el tiempo, de cuidadora pasa a consejera, de guía a compañera, de instructora a amiga; y eso es lo que se necesita toda la vida, esa amiga fiel, que siempre estará ahí para celebrar sus triunfos o darle fuerzas en las situaciones adversas.

Nunca está de más decir gracias, dar un abrazo, pedir perdón, o simplemente estar presente, cuando aún están con vida; porque cuando faltan, el vacío que deja es imposible de llenar, un silencio que duele en lo más profundo; sin embargo, el amor de una madre no muere, permanece en los gestos aprendidos, en las palabras heredadas, en la música que le gustaba, en el amor de los hijos, en la imagen de los hermanos, porque cada uno tiene parte de ese ser maravilloso que les dio la vida y les cuidó con tanto amor.

No hay palabras suficientes para describir todo lo que una madre representa, pero sí hay algo que siempre podemos hacer: agradecer, honrar y amar profundamente a esa mujer que, con todo su ser, nos enseñó lo que es amar de verdad.

En el regazo de una madre, el mundo se vuelve menos hostil, más amable; en sus brazos, el miedo se desvanece.

¡Feliz Día de la Madre!

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