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martes, abril 29, 2025

El rol del abogado en procesos de familia

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Por: Mildred Molineros

Cuando hablamos de derecho de familia, no hablamos solo de leyes. Hablamos de personas, de emociones, de historias de vida, de vínculos que se transforman. Detrás de cada proceso legal hay decisiones difíciles y, muchas veces, hijos en medio de una pesadilla que no eligieron vivir. La responsabilidad del abogado en estos casos es gigante. No solo debe conocer el derecho, sino también comprender que su intervención tiene un impacto real en la vida, no solo de su cliente, sino de toda una familia que está detrás. Separarse o divorciarse no significa cortar todo vínculo. Por el contrario, cuando hay hijos, los progenitores deberán seguir tomando decisiones juntos durante años. Aunque los padres cambien su estado civil, el rol de madre y padre permanece intacto. Siguen siendo una familia, reorganizada, pero familia al fin. El abogado estará presente solo durante el proceso, pero los padres deberán mantener contacto constante: coordinarse, hablarse y, muchas veces, seguir viéndose toda la vida. Cuando hay confrontación, quienes más sufren son los hijos. Por más conflictos que existan, seguirán siendo mamá y papá, y son irremplazables. Atacarse el uno al otro es, en el fondo, herir a los hijos y crear distanciamiento entre ellos. El abogado de familia no debería enfocarse únicamente en “ganar un juicio”, sino más bien en construir acuerdos que protejan los intereses de todas las personas implicadas: padre, madre, hijos, abuelos e, incluso, de la parte contraria. Un abogado que alienta el conflicto, que busca “hundir al otro”, no solo actúa de manera irresponsable, sino que daña el presente y el futuro de sus propios clientes y, sobre todo, de niños inocentes que no tienen por qué pagar las consecuencias. El rol idóneo del abogado de familia, además de asesorar, debería ser calmar y apaciguar, para proponer caminos de diálogo y acuerdos en conjunto, sin destruir relaciones. Cuando un abogado no actúa con responsabilidad, las consecuencias no las asume él, sino su cliente y toda una familia. Un mal asesoramiento puede llevar a decisiones dolorosas, rupturas innecesarias y efectos emocionales o legales que duren años y dejen huellas profundas. No cualquier abogado está preparado para dedicarse al derecho de familia. En este campo, no basta con ganar el juicio; se necesita sensibilidad y ética para no destruir vidas.

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