¿Entrega de la soberanía nacional?

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A raíz de la visita del presidente Moreno a su homólogo Trump, renació con fuerza el discurso antimperialista que se opone al diálogo y acercamiento con el Imperio, causante de todos los males de Latinoamérica y naturalmente del Ecuador; que la firma de un potencial tratado de libre comercio equivaldría a la entrega  de la soberanía nacional y a hipotecar el futuro de la patria.

Voces alarmistas se rasgaron las vestiduras frente al encuentro del presidente de los ecuatorianos con el racista por antonomia: Trump, autoproclamado además, perseguidor sin tregua de los migrantes indocumentados, entre los que se cuentan a  miles de compatriotas. Esas voces altivas y soberanas que manejaron visceralmente la política internacional, a su hora y muy desenfadadamente y antipatrióticamente, hipotecaron la patria a la China cuando se comprometió el petróleo; cuando se negociaron los empréstitos con bancos de ese mismo país a niveles de usura abusiva; cuando se firmaron contratos llave en mano con sobreprecios marcados de corrupción…

Eran tiempos de la patria altiva y soberana, cuyo líder estaba  lleno de simpatías por regímenes totalitarios al estilo de los ayatolas; de Aleksandr Grigórievich Lukashenko, el último dictador de Europa con quien firmó acuerdos en defensa, educación, comercio y vivienda; de Putin, el   “Zar de todas las Rusias” y naturalmente de Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, engolosinados con el poder, paladines defensores de los derechos  humanos de sus seguidores y áulicos. Son esas mismas voces de quienes ahora, al igual que Lula en Brasil,  Cristina en Argentina y  Morales en Bolivia se proclaman perseguidos políticos. Y son los mismos que dieron el voto en las Naciones Unidas a favor del gobernante de Corea del Norte, el inefable  Kim Jong-un, mundialmente conocido por sus excentricidades como aquella de que por ley todos los hombres norcoreanos deben usar su mismo corte de pelo.

La soberanía nacional no será afectada porque nuestras flores,  banano, camarón y otros productos de exportación, más allá  de simpatías y antipatías ideológicas, vayan al Imperio en el marco de acuerdos comerciales beneficiosos con el primer socio de nuestra economía,

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