10.2 C
Riobamba, EC
miércoles, abril 30, 2025

Esto recién empieza

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email

Por: Sofía Cordero

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, los proyectos autoritarios han surgido con distintos rostros, pero comparten un patrón común: la concentración del poder, la supresión de libertades y el uso del Estado para perpetuar a una élite. El nacional socialismo en Alemania y el comunismo estalinista en la Unión Soviética evidenciaron cómo estos regímenes dominan naciones enteras mediante el miedo, la propaganda y la violencia. Aunque colapsaron tras años de represión y guerra, dejaron cicatrices profundas y lecciones valiosas.

En América Latina, el “socialismo del siglo XXI” ha sido una reencarnación autoritaria adaptada al contexto regional. Cuba, Venezuela y Nicaragua son ejemplos dolorosos de cómo el poder absoluto lo destruye todo. En contraste, Ecuador ha demostrado ser un caso de resiliencia democrática. Desde las elecciones de 2021, el país ha resistido el continuismo autoritario, apostando por un camino más plural y abierto.

Sin embargo, esta victoria no está asegurada. Se requiere una reforma política urgente que permita desmontar el andamiaje constitucional creado para sostener al autoritarismo. Esta reforma debe garantizar reglas claras, equilibrio de poderes y participación ciudadana. Las fuerzas que han sido debilitadas no deben encontrar en la reforma un vehículo para regresar al poder.

El actual Gobierno tiene la posibilidad histórica de demostrar su verdadero talante democrático liderando esta transformación, pero no desde el aislamiento. Debe abrirse a los sectores democráticos que hicieron posible su triunfo, construyendo consensos amplios y transparentes.

Finalmente, el rechazo ciudadano al autoritarismo no puede quedarse en una decisión electoral. La cultura mafiosa y autoritaria ha penetrado profundamente: ha cooptado instituciones, universidades, dinámicas empresariales y comunidades enteras. Erradicarla será una tarea larga, que exige compromiso constante desde la ciudadanía. Solo así, poco a poco, pero con firmeza, podremos reconstruir una sociedad democrática, ética y justa.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email