Por: Wellington Toapanta
Las papeletas electorales presidencial y legislativa tienen fuertes mensajes disolventes para el voto duro correísta, lo que avizora que el movimiento verá mermados sus promedios históricos, alcanzados desde el 2021, en los comicios del 9 de febrero próximo.
No cabe duda que a estas alturas del proceso, el correísmo está resignado a perder la elección presidencial nuevamente, no solo por el despeinado desempeño de su candidata, sino también por la inesperada dispersión de su voto duro por el ingreso a la papeleta de sus visibles incondicionales Jairala, Rabascall, Iza, Granja y otros.
En las primeras vueltas presidenciales de 2021 y 2023, el correísmo obtuvo el 32,7% y 33,6% de votos, respectivamente, sin participación de los mentados, pero el ingreso de estos a escena le restaría alrededor del 10% de sufragios. Las mediciones determinan los niveles de nulos y blancos precedentes.
Las intenciones de voto divulgadas hasta hoy proyectan que el presidencial de Acción Democrática Nacional, ADN, podría ser elegido el 9 de febrero, quizá no porque obtenga el 51% de votos, sino por lograr al menos el 40% de votos válidos y una diferencia mayor al 10% sobre la votación del ubicado en segundo lugar (Art. 143 de la Constitución).
Lo propio ocurriría en la elección parlamentaria. La merma correísta es significativa, aun cuando se piense en sus naturales aliados Centro Democrático, Izquierda Democrática, Pachakutik, Socialistas y otros, quienes, en esta campaña fustigan negociados, corrupción e impunidad, características e identidades de su conviviente Revolución Ciudadana.
Es difícil, cuando no imposible, confiar en quienes convivieron y disfrutaron la década correísta de la mano hasta el preludio del evento electoral; si se diluye su voto duro, los pronósticos de la intención del voto parlamentario para ADN sugieren proximidad a la mayoría absoluta en la Asamblea. Flaquea RC5. ¿Cuánto pesarán sus trombos en el Cpccs?