La masacre del 2 de agosto de 1810, marcó nuestra historia con sangre y libertad; fue el primer grito de independencia que le dio a Quito el glorioso título de Luz de América. En la masacre del 2, los líderes de la revolución de 1809 sucumbieron ante la cobarde represión de los realistas.
Históricamente, las verdaderas revoluciones se han amasado con sangre, como la Revolución Francesa, la Revolución Rusa, la Revolución Cubana. Otras “revoluciones” surgieron de la ilusión de cambio y luego se amasaron con el hambre popular, la ambición de los continuismos antidemocráticos. Ese puede ser el caso de la Revolución Bolivariana de Chávez y su heredero Maduro que antihistóricamente ya tiene a su haber cientos de luchadores de la libertad asesinados y millones de emigrantes en busca de mejores días en territorios realmente democráticos. Situación que se ha radicalizado con el fraude electoral y todas consecuencias nefastas que están sobreviniendo al sufrido pueblo venezolano.
Los pueblos aman la libertad y están dispuestos a sacrificar hasta su vida para conseguirla. Los líderes coyunturales, históricamente no pueden, no deben tener pretensiones de eternizarse en el poder a nombre de procesos revolucionarios como ocurre en Cuba, Nicaragua, Venezuela donde los pseudolíderes han caminado hacia dictaduras vitalicias.
Se dice que “los cimientos de la Patria para que sean perdurables tienen que amanecer con sangre”. El grito libertario del 10 de Agosto de 1809 tuvo el bautismo de sangre del grupo de patriotas en el Cuartel Real de Lima, el 2 de agosto de 1810 “y esa sangre fue germen fecundo/ de otros héroes que, atónito, el mundo/ vio en tu torno a millares surgir.” Efectivamente, el eco libertario resuena en Caracas el 18 de Abril de 1810; el 20 de Julio en Bogotá; el 16 de septiembre en México y el 18 del mismo mes y año en Santiago de Chile.
Los líderes revolucionarios del mes de agosto de 1809 y 1810, Francisco Javier Ascázubi, Nicolás Aguilera, Juan Pablo Arenas, Juan Salinas, Morales, Quiroga y más de 300 quiteños escribieron con sangre la más brillante página de nuestra historia libertaria.